Si hay un rincón de la península Olympic que merece una visita, ese es Cape Flattery. Las vistas desde los acantilados que terminan abruptamente sobre el océano Pacífico son impresionantes.
Al inicio de nuestro road trip por el norte de Estados Unidos nos dedicamos a explorar la Olympic Peninsula, que por su belleza y por la variedad de paisajes que condensa es un lugar realmente excepcional. Situada en el extremo noroeste de Washington, ya os hemos hablado de nuestras visitas a Port Townsend, Sol Duc Falls o Neah Bay. En este post nos vamos a centrar en Cape Flattery, que consiguió dejarnos totalmente boquiabiertos con su belleza salvaje y prácticamente inalterada.
Cómo llegar a Cape Flattery
Este cabo que se asoma al océano Pacífico es el punto situado más al oeste del Estados Unidos continental (sin contar Alaska). La población más cercana es Neah Bay, que queda a unos 12 kilómetros en coche de Cape Flattery. Es uno de los principales puntos de interés turístico de la zona, así que no tendréis problemas a la hora de encontrar indicaciones para llegar hasta allí.
Desde Neah Bay tan solo hay que tomar la Cape Flattery Road, una pequeña carretera que os llevará directamente hasta la zona de aparcamiento desde donde se accede andando a Cape Flattery. Es la misma carretera que lleva hasta Hobuck Beach Resort, el camping donde nos alojamos nosotros, así que en nuestro caso nos ahorramos un trocito de camino.
Disfrutando de la soledad
El trayecto hasta allí lo hacemos envueltos en una densa niebla. La carretera serpentea por en medio de un denso y verde bosque, completamente húmedo por la lluvia que no deja de caer suavemente. Ya es bastante tarde, no falta mucho para que anochezca. Quizá no es demasiado sensato visitar Cape Flattery a estas horas, pero no tenemos muchas más opciones.
Cuando llegamos al aparcamiento, vemos que somos los únicos que hay por allí. Es una ventaja, ya que así vamos a tener el lugar para nosotros solos. Pero también nos deja un poco intranquilos tanta soledad.
En el aparcamiento se encuentra el inicio del sendero de poco más de 1 kilómetro que lleva hasta los distintos miradores que se asoman al mar. Está perfectamente señalizado y en su mayor parte está formado por unas pasarelas de madera que evitan el terreno completamente enfangado por la constante lluvia.
El silencio es absoluto. No se oye nada, excepto el repiqueteo del agua sobre las hojas de los árboles. Es como estar en un bosque encantado. La luz cada vez más escasa que se cuela entre la densa vegetación tiene un ligero tono verdoso, lo que le aporta un cierto aire misterioso. Sin duda es un lugar mágico.
Unas vistas inmejorables
Finalmente llegamos al final del camino. Aquí termina el continente y el estrecho de Juan de Fuca se une al océano Pacífico. Hay varios miradores de madera que ofrecen unas vistas incomparables. El mar arremete con fuerza contra los acantilados de roca. El bosque llega hasta el mismo borde del agua, incluso ha conquistado algunas rocas que emergen del mar cubiertas de vegetación.
En días despejados es posible contemplar la costa de Canadá, ya que Vancouver Island está al otro lado del estrecho. También se puede ver el faro que se alza en la cercana Tatoosh Island. Sin embargo, nosotros no alcanzamos a disfrutar de estas vistas a causa de la niebla. Pero a pesar de la espesa niebla (o quizá gracias a ella) el paisaje es de una belleza espectacular.
En una roca contemplamos a un solitario león marino. Incluso hay un par de frailecillos flotando tranquilamente en el agua agitada por las olas. Pero aparte de ellos, nosotros somos los únicos que estamos aquí.
Tras disfrutar de un rato en silencio contemplando las vistas, decidimos que es mejor regresar. No queremos que oscurezca demasiado y que tengamos que volver a tientas por en medio del bosque.
En el aparcamiento nos espera el coche, igual de solitario que cuando hemos llegado. A pesar de que no hemos podido disfrutar de las mejores vistas por la falta de visibilidad, visitar Cape Flattery en la más absoluta soledad lo ha compensado con creces. Cape Flattery ha superado todas nuestras expectativas gracias a su belleza salvaje.
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