Tras cruzar la frontera con Minnesota en La Crosse, nos adentramos en la siguiente etapa de nuestro viaje por el norte de Estados Unidos, que nos llevará a conocer el precioso estado de Wisconsin. Esta es la última etapa antes de llegar a Chicago y poner fin a nuestra aventura por tierras americanas. Ya llevamos muchos kilómetros a nuestras espaldas y hemos visto paisajes de lo más variados, pero sin duda no hubiéramos pensado nunca que Wisconsin pudiera ser un lugar tan hermoso. Disponemos de un día y medio para disfrutar de sus campos y sus granjas de vacas. Y no nos olvidemos del delicioso queso por el que es famoso este estado y que le ha hecho ganar prestigiosos premios internacionales.
Descubriendo Madison, la capital de Wisconsin
Situado en pleno Medio Oeste, el estado de Wisconsin mantiene la esencia de esa América rural que no ha cambiado demasiado en los últimos años. Con una economía basada principalmente en la agricultura y la ganadería, los pequeños pueblos y las granjas le dan un aire muy bucólico.
Al ser un estado bastante extenso y no disponer de mucho tiempo que dedicarle, nos vamos a centrar en uno de sus condados más bonitos: Green County. Está situado al sur de Madison, la capital estatal. Es por eso que antes de dirigirnos hacia allí vamos a parar a comer en esta bonita ciudad.
Desde La Crosse tomamos la carretera US-14, que atravesando un bonito paisaje nos lleva directamente hasta Madison. No contábamos con encontrar un atasco de tráfico a la entrada de la ciudad. Sumado al retraso que ya llevamos acumulado a causa de la visita a la región Amish del sureste de Minnesota de esta mañana, cuando por fin aparcamos junto al edificio del Capitolio ya son las cinco y media de la tarde.
El centro de la ciudad se asienta sobre una estrecha franja de tierra que separa los lagos Monona y Mendota. El Capitolio se alza justo en el centro de todo. Como no disponemos de más tiempo que dedicarle, damos un breve paseo a su alrededor y por las calles aledañas. El ambiente es muy agradable y hay mucha gente paseando a estas horas.
Una cena en The Old Fashioned
Antes de marcharnos aprovechamos para ir a cenar. Nos hemos ido acostumbrando a los horarios estadounidenses, por lo que la idea de cenar a las seis de la tarde no nos parece para nada descabellada. El restaurante elegido se llama The Old Fashioned. Está justo enfrente del Capitolio, en el número 23 de la calle Pinckney. Supuestamente, allí se sirven los mejores fried cheese curds de la ciudad, así que vamos a comprobar si es cierto.
Los cheese curds no son otra cosa que queso en grano, obtenido en las primeras fases de elaboración del queso. Una vez la leche ya ha cuajado, se corta en trozos de mayor o menor tamaño para después proceder a colocarlos en moldes y prensarlos. Estos trozos, los cheese curds, son muy populares y no tenemos intención de marcharnos sin haberlos probado. Además de comerlos en crudo, es habitual servirlos rebozados y fritos.
Además de pedir una ración de fried cheese curds, nos pedimos también una ración de sopa de queso y cerveza. Viene decorada con unas palomitas de maíz y está buenísima. A continuación nos traen los cheese curds, que están absolutamente deliciosos. Son un poco grasientos al estar fritos, pero tienen un sabor fuerte y una textura blandita que los convierte en pequeños bocaditos de cielo para cualquier amante del queso como nosotros.
Un cambio de planes y una decisión muy acertada
Tras la deliciosa cena seguimos con nuestro camino en dirección sur, hacia Green County. Vamos directamente hasta Brodhead, la población donde se encuentra el camping que hemos elegido para pasar estas dos próximas noches. Se llama Sweet Minihaha y llevamos anotada la dirección, pero el gps es incapaz de localizarlo. Tampoco encontramos ningún cartel que nos indique dónde puede estar. Cansados de dar vueltas por el pueblo, paramos junto al edificio de la policía local. Hay tres agentes tomando un descanso en la calle y no dudamos en pedirles indicaciones.
Uno de los policías nos atiende amablemente. Escucha nuestra explicación atentamente, pero cuando le entregamos el papel con el nombre del camping escrito, la cosa cambia. Primero mira el papel, luego nos mira a nosotros, y a continuación los tres policías se miran entre ellos con una cara como de sorpresa, como si no entendieran por qué razón íbamos a querer alojarnos en semejante lugar. Aún así nos indica cómo llegar e incluso nos dibuja un pequeño mapa en su bloc de notas.
Finalmente conseguimos encontrar el camping pero, para nuestra sorpresa, aquello está completamente desierto. La recepción está cerrada a cal y canto, y en las caravanas más cercanas no se ve ni un alma. Las instalaciones están un poco viejas y descuidadas, pero tampoco son peores que las de otros campings en los que hemos estado. Un poco desconcertados, y sin olvidarnos de las caras de los policías, decidimos marcharnos y buscar otro alojamiento. ¡Menos mal que no habíamos pagado por adelantado!
A las afueras de Brodhead elegimos un motel de la cadena Super 8 y reservamos habitación para estas dos próximas noches. La decisión resulta ser de lo más acertada, ya que por la noche hay una gran tormenta y llueve con fuerza. Si nos hubiéramos quedado en el camping es posible que incluso se nos hubiera inundado la tienda de campaña. Aún sin saberlo, esos policías y sus miradas de escepticismo nos han librado de una buena.
Recorriendo Green County en busca del mejor queso
Tras una noche entera de lluvia, el día no amanece mucho mejor. Sigue lloviendo a cántaros y los rayos y truenos nos acompañan mientras desayunamos en el motel. Salimos a la carretera dispuestos a visitar varios pueblos de la zona: Monticello, New Glarus y Monroe.
Primera parada: Monticello
En primer lugar nos dirigimos a Monticello. Cuando llegamos a Main Street nos llevamos una pequeña desilusión. El pueblo parece estar desierto, con casi todas las tiendas cerradas y sin apenas un alma en la calle. Quizá es normal con la que está cayendo, pero la sensación de desolación es total. Tampoco es que lo que vemos sea particularmente bonito, así que en pocos minutos ponemos rumbo a New Glarus, nuestro siguiente destino.
New Glarus: la pequeña Suiza de América
New Glarus resulta ser un pueblo de lo más peculiar y con mucho encanto. El tiempo nos da una breve pausa y para de llover cuando llegamos. Así podemos pasear tranquilamente por las calles de este curioso lugar. Como bien se encarga de explicar un gran letrero, New Glarus fue fundado en el año 1845 por emigrantes del cantón suizo del mismo nombre.
Al visitante no le queda duda alguna sobre el pasado suizo del pueblo. No en vano New Glarus es apodado «la pequeña Suiza de América«. Las banderas suizas ondean por doquier y los edificios tienen un inconfundible estilo alpino. En las tiendas a las que entramos encontramos chocolates suizos de importación y mucho queso. Sin duda han sabido sacarle provecho a sus orígenes helvéticos.
Damos un paseo por First Street y por 5th Avenue, las calles principales de New Glarus y donde se concentra prácticamente toda la actividad comercial. No es que haya mucha gente por la calle, pero aún así hay bastante más ambiente que en Monticello.
Sugar River State Trail: una bonita excursión para hacer en bici
A continuación nos acercamos a la antigua estación de tren, que hoy en día es el punto de partida del Sugar River State Trail. Las antiguas vías de tren se han reconvertido en una vía verde de casi 40 kilómetros de longitud. El sendero circula junto al río Sugar, del cual toma el nombre. Nuestro plan para hoy era alquilar un par de bicicletas y recorrerlo en su totalidad. Pero, obviamente, la lluvia nos ha estropeado los planes. Justo mientras curioseamos por allí se pone a llover de nuevo, con más fuerza que antes, como para no dejar ninguna duda al respecto.
Por si os parece una opción interesante, en la estación de tren os darán toda la información necesaria para realizar esta excursión. El sendero va de New Glarus a Brodhead, pasando por Monticello y Albany. Os dejamos un mapa con el recorrido, que también se puede hacer a pie.
Comprando un poco de queso
Antes de marcharnos de New Glarus nos acercarnos hasta la tienda de queso Maple Leaf Cheese and Chocolate Haus. Situada en el número 554 de First Street, en ella podréis encontrar cualquier variedad de queso que tengáis en mente. Pasamos un buen rato eligiendo entre su amplio surtido y finalmente salimos cargados con nuestro botín. Nos hemos decantado por quesos americanos o con mucha tradición en Estados Unidos. Nuestra selección incluye queso Brick, Colby, Cheddar y Monterey Jack.
En otra tienda situada justo enfrente, la Edelweiss Cheese Shop, compramos un queso Limburger. Es un queso de origen alemán pero también se elabora en Wisconsin, que durante el siglo XIX recibió una enorme cantidad de inmigrantes alemanes que dejaron su huella culinaria en este estado. Es un queso terriblemente apestoso, con un sabor muy fuerte y ligeramente picante. Una auténtica delicia que acompañaremos con una hogaza de pan artesano que hemos comprado antes en la panadería que hay justo frente a la tienda. Aunque los demás quesos nos los vamos a traer a España con nosotros, el Limburger nos lo comeremos entre hoy y mañana. Su intenso olor hace muy poco recomendable meterlo en un avión.
Nuestra primera multa de tráfico en Estados Unidos
Terminadas las compras nos vamos a coger el coche. Cuál es nuestra sorpresa cuando nos damos cuenta de que tenemos un sobre de papel enganchado en el parabrisas. Está empapado a causa de la lluvia y al principio pensamos que será algún tipo de publicidad. Pero no lo es. ¡Es una multa de tráfico! Por lo visto el motivo de la sanción ha sido aparcar en el sentido contrario a la dirección de la vía. Es cierto que hemos cometido esta infracción (aunque también es cierto que apenas hay coches circulando por el centro del pueblo), así que nos resignamos a pagar la multa.
Ya nos estamos mentalizando para hacer frente a este gasto inesperado cuando vemos el importe de la sanción: 10 dólares. Sorprendidos por el ridículo importe, seguimos las instrucciones para proceder al pago. Podemos pagarlo en persona en la comisaría o podemos meter el dinero en el sobre y dejarlo en el buzón que hay junto a la entrada. Optamos por hacerlo personalmente y le entregamos los 10 dólares al policía que hay en el mostrador.
Un paseo en coche por las carreteras secundarias de Wisconsin
Una vez resueltos nuestros problemas con la justicia, decidimos dar una vuelta en coche antes de visitar Monroe. Vamos en busca de Decatur Dairy, una granja en la que fabrican sus propios quesos. Se encuentra en una carretera secundaria, cerca de Brodhead, y llegamos hasta allí dando un rodeo por las pequeñas carreterillas secundarias de la zona.
Vamos dejando atrás una granja de ganado vacuno tras otra. En ellas se crían las vacas lecheras cuya leche se emplea para elaborar los deliciosos quesos de Wisconsin. Algunas de ellas, como la que estamos buscando, tienen in situ su propia fábrica. Suelen habilitar una pequeña tienda, con lo cual es posible comprar el queso directamente al productor y a un precio algo mejor que si se adquiere en otro lugar.
Los silos donde se almacena el grano se alzan sobre las distintas edificaciones que conforman las típicas granjas de madera. La vegetación de las ondulantes colinas es de un verde intenso y se respira tanta tranquilidad y tanta calma que uno se siente más relajado casi al instante.
Decatur Dairy: una fábrica de queso con tienda propia
Finalmente encontramos la quesería que buscamos y un cartel nos da la bienvenida a Decatur Dairy (W 1668 Hwy F, Brodhead). Aquí compramos una bolsa de cheese curds (la que habéis visto en la foto de los quesos). En Madison los probamos fritos y rebozados, pero ahora queremos saborearlos al natural. Tienen un sabor fuerte y salado, y una textura gomosa. Al morderlos hacen un peculiar sonido, como un chirrido. Están muy buenos y son perfectos para ir picando directamente de la bolsa.
En Decatur Dairy no solo venden sus propios quesos. También hacen unos sandwiches de queso fundido que tienen una pinta estupenda. Sin duda es el paraíso para aquellos a los que nos encanta el queso. Nosotros nos conformamos con salivar viéndolos, porque ya llevamos el pan y el queso que vamos a tomar para comer.
En vista de que la lluvia no nos quiere dar una tregua, aprovechamos para acercarnos hasta el motel y comer allí después de darnos un baño en la piscina cubierta.
Monroe: la capital de Green County
Sobre las seis de la tarde, aprovechando que ha dejado de llover, nos acercamos a visitar Monroe. Es la capital del condado y el pueblo más grande de los alrededores. Damos un agradable paseo por sus tranquilas calles y terminamos en Courthouse Square, el centro neurálgico de Monroe.
Rodeando el bonito edificio que se alza en el centro de la plaza están las calles más bonitas del pueblo. Y en el centro destaca el edificio de ladrillo rojo de 1891 que alberga la sede del juzgado de Green County. Destaca la torre del reloj, de más de 35 metros de altura.
Justo allí, a los pies del singular edificio, se está montando un escenario. Por lo visto dentro de un rato va a haber un concierto gratuito de música country. Ya habíamos notado el ambiente festivo al pasear por la calle. También nos hemos fijado en la peculiar decoración, a base de animales pintados, que encontramos repartida por el pueblo.
Mientras hacemos tiempo hasta que empiece el concierto nos tomamos un par de refrescos en Baumgartner’s. Es un bar bastante conocido que también vende quesos. De hecho, es conocido por sus bocadillos de queso Limburger, el queso apestoso que hemos comprado esta mañana.
Un concierto de música country en la plaza del pueblo
Cuando empieza el concierto salimos a la plaza a disfrutar de la música. Los vecinos sacan de casa sus sillas plegables y se sientan cómodamente. Todo el mundo parece conocerse. Los vecinos se saludan entre ellos y charlan animadamente. Poco a poco el lugar se va llenando y el ambiente es de lo más agradable. Una asociación benéfica aprovecha para vender palomitas entre los asistentes y recaudar fondos: un cucurucho de palomitas cuesta 75 centavos, pero todo el mundo les da 1 dólar. Todos parecen estar pasándolo de maravilla.
Nos quedamos un rato disfrutando del concierto. El cantante es todo lo que uno podría esperar de una estrella del country: sombrero y botas de cowboy, un cinturón con una hebilla enorme y pantalones vaqueros. La música que tocan está bastante bien y supone un final fantástico para nuestro día.
A la mañana siguiente, bien temprano, vamos a poner rumbo a Chicago, el punto final a este viaje. Nos conviene descansar bien y empezar a hacernos a la idea de que esto ya se acaba. Nos va a costar dejar atrás Wisconsin, que nos ha mostrado la cara más amable de la América rural, alejada de las grandes ciudades y de las rutas más turísticas. Wisconsin ha sido un gran descubrimiento en todos sus aspectos y nos llevamos un magnífico recuerdo de nuestro paso por este bonito rincón del país.