Mission, Castro, Haight-Ashbury, Golden Gate Park
En nuestro último día en San Francisco todavía nos quedan por conocer algunos de los barrios más populares de la ciudad, a los que en parte les debe su merecida fama de lugar alternativo, abierto y tolerante.
Castro: el barrio gay de San Francisco.
Vamos a comenzar la mañana visitando Castro, el barrio gay por excelencia.
Nos montamos en el Streetcar F, que nos deja en la esquina de Market con Church Street. Hace un día magnífico, completamente despejado, lo que supone un gran cambio respecto a los días anteriores a la hora de empezar nuestro paseo por la ciudad.
Aprovechamos para desayunar en Sweet Inspiration Bakery & Café, una tranquila cafetería con la que nos topamos en el número 2239 de Market Street.
Tras un delicioso (y copioso) desayuno, continuamos con nuestro agradable paseo por Market Street. Recorremos unos ochocientos metros hasta llegar al cruce de las calles Market y Castro, en el epicentro del barrio. Allí, una gran bandera arcoíris que ondea al viento nos da la bienvenida.
A partir de los años 60 Castro se convirtió en el centro de la comunidad homosexual de Estados Unidos, abanderando la lucha por los derechos de la comunidad LGTB.
Es en Harvey Milk Plaza donde quizá queda mejor representado el largo y duro camino recorrido hasta la actualidad. Harvey Milk, que en los años 70 fue el primero en conseguir un cargo público como concejal pese a ser abiertamente homosexual, fue un gran activista que plantó cara a la injusticia y la discriminación incluso a pesar de que terminara costándole la vida. En su honor se bautizó esta plaza con su nombre.
Os recomendamos que, antes de vuestro viaje, veáis la película Mi nombre es Harvey Milk, protagonizada por el inmejorable Sean Penn en 2008. Al recorrer las calles de este barrio es imposible no pensar en lo mucho que se ha hecho (y lo mucho que aún falta por hacer) para lograr la plena igualdad y la justicia social que gente como Milk no dudó en defender.
A unos pasos de allí, en el número 429 de Castro Street, está el famoso Castro Theatre, que data de 1922. Con una preciosa fachada y sus luces de neón, es quizá uno de los lugares más reconocibles del barrio. Si tenéis tiempo y os apetece ir al cine, nada mejor que hacerlo aquí: por lo visto el interior del edificio es digno de ver.
Castro es un barrio estupendo para pasear sin prisas, con sus bonitas y cuidadas casas, sus cafeterías y sus tiendas, algunas un poco «atrevidas».
Tras deambular un poco más por Castro nos acercamos a conocer el vecino barrio latino de Mission, famoso por sus murales.
Mission District: el barrio latino de San Francisco repleto de arte urbano.
Mission es quizá un poco menos famoso que otros barrios de San Francisco. Incluso habrá quien pueda pensar que no merece demasiado la pena. Sin embargo, a nosotros nos pareció de lo más interesante y sin duda se lo recomendamos a cualquiera que visite la ciudad, especialmente a los interesados en el arte urbano. Precisamente este aspecto, el arte, es lo que hace destacar a Mission: sus calles están repletas de pinturas y murales.
Algunas zonas del barrio están un poco degradadas, pero las calles Valencia y Mission, así como 24th Street están llenas de tiendas y cafeterías, y son ideales para pasear y pasar el día.
Lo primero que vamos a ver es el Women’s Building (3543 18th Street), un centro social comunitario que lucha por la igualdad de género y los derechos sociales de las mujeres. Su fachada, totalmente decorada con murales, por lo visto es impresionante pero tenemos la mala suerte de que la están restaurando y nos la encontramos cubierta de andamios y lonas.
Tras esta desilusión, vamos dando un paseo por Valencia Street, mirando escaparates y disfrutando del magnífico sol y calor que hace hoy por aquí. En nuestro paseo por el barrio descubrimos un par de interesantes librerías, Dog Eared Books (900 Valencia Street) y Alley Cat Books (3036 24th Street), en las que aprovechamos para comprar algunos libros más para nuestra colección.
A medida que nos adentramos en el barrio, vemos más murales en las paredes, algunos simplemente decorativos, pero muchos otros con mensajes reivindicativos. También se nota más el ambiente hispano, con carteles en español en las tiendas.
Finalmente llegamos a Balmy Alley, un callejón cuyas paredes están completamente cubiertas por murales. En ese momento hay una artista en pleno proceso creativo, creando un collage en la pared. Algunos murales tienen un cierto aire “místico”, pero muchos de ellos contienen mensajes políticos y sociales, y otros retratan distintos escenarios de la ciudad.
Nos acercamos también a echar un vistazo a la Misión Dolores, fundada por misioneros españoles en 1776 y de donde toma su nombre este barrio. Se trata del edificio intacto más antiguo de la ciudad y la sencillez de su diseño es su rasgo más significativo.
Antes de marcharnos aprovechamos que se nos ha hecho la hora de comer, así que nos acercamos a Ike’s Place (3489 16th Street) a probar uno de sus famosos bocadillos, que está riquísimo.
Haight-Ashbury: el barrio hippie de San Francisco.
Después de comer nos toca visitar Haight-Ashbury, el barrio hippie por el que tan conocida es la ciudad de San Francisco.
La parada del streetcar que nos tiene que llevar hasta allí está fuera de servicio porque hay obras en la calle, así que buscamos algún transporte alternativo y descubrimos que en la esquina de las calles Mission y 16th para un autobús, el 33, que nos lleva justo a donde queremos ir, y en breve estamos en Haight-Ashbury.
La confluencia de estas dos calles (Haight y Ashbury) constituye el núcleo del barrio. Hay tiendas para todos los gustos: psicodélicas, alternativas, naturistas, de ropa de segunda mano, de objetos relacionados con la marihuana, etc.
Vemos las famosas piernas que cuelgan de la fachada de la Piedmont Boutique y durante nuestro recorrido no podemos evitar la tentación de entrar en The Booksmith, una librería muy completa en el número 1644 de Haight Street.
Aquí Jimi Hendrix y Bob Marley son los reyes. Se respira un ambiente de «vive y deja vivir» y de total libertad, y se ve gente de todo tipo.
En este barrio también encontramos muchos ejemplos de arte urbano, como no podía ser menos en un lugar donde la creatividad flota en el ambiente.
Por desgracia se nos está haciendo un poco tarde ya, así que no podemos dedicarle a este barrio tanto tiempo como nos hubiera gustado. Paseando por la calle Haight llegamos en poco rato al Golden Gate Park.
Golden Gate Park: el pulmón verde de San Francisco.
El Golden Gate Park recuerda mucho al Central Park de Nueva York, aunque le supera en tamaño. Lo mejor para disfrutarlo es perderse por sus rincones, sentarse en algún banco a descansar y aprovechar para hacer un pequeño pícnic y reponer fuerzas.
En vista del tamaño del parque, está claro que no vamos a poder verlo entero, así que nos centramos en los puntos que nos parecen más interesantes, como el Japanese Tea Garden. Frente a la entrada a los jardines hay una furgoneta que vende helados y no nos resistimos a comprar uno.
En el Japanese Tea Garden hay muy poca gente y el ambiente es muy sosegado, algo muy acorde al espíritu zen de los jardines. La entrada no es gratuita (el resto del Golden Gate Park sí que lo es) y los ocho dólares que cuesta igual no compensan la visita. Eso sí, si se entra antes de las diez de la mañana, no hay que pagar nada. A nosotros nos pareció muy bonito, pero creemos que no es algo imprescindible en una visita a San Francisco.
Tras pasar la tarde deambulando por el parque, y cansados tras este último día tan ajetreado, nos vamos al hotel a descansar. Mañana nos marchamos ya de San Francisco, pero no sin antes ponerle el broche final que se merece: cruzando el puente Golden Gate en coche. Con ganas de vivir esta nueva experiencia, nos acostamos temprano.