Hoy nos espera otro emocionante día en Berlín. Para empezar la mañana, nada mejor que dar un paseo por el arrabal de Spandau y sus alrededores, en lo que fue el barrio judío de la ciudad antes de su prácticamente total destrucción por los nazis.
Oranienburger Strasse fue la avenida principal del barrio judío. Muy castigada durante la infame Noche de los Cristales Rotos en 1938, posteriormente la zona también sufrió de manera particularmente intensa durante la Segunda Guerra Mundial.
La Neue Synagoge, visible desde lejos con sus cúpulas doradas, data del siglo XIX pero tuvo que ser reconstruida a principios de los años 90 por los daños sufridos en los bombardeos durante la guerra.
Comprobamos que la galería Tacheles, que en su momento fue el centro cultural alternativo más importante y famoso de Berlín, está totalmente cerrada al público. Ubicada en un edificio en ruinas, llevaba ya tiempo cerrada, pero al menos se podía contemplar por fuera desde el solar circundante. Ahora, sin embargo, el solar está tapiado y es imposible acercarse a la parte trasera.
Siguiendo con nuestro paseo, por la bonita y tranquila calle Krausnickstrasse llegamos a la iglesia Sophienkirche (Grosse Hamburger Strasse 29-30). En su fachada, y en la de los edificios de al lado, todavía se pueden ver los agujeros dejados por la metralla durante la guerra.
Unos metros más adelante, también en Grosse Hamburger Strasse, se encuentra el Cementerio Judío, uno de los más antiguos de la ciudad. En su puerta, una escultura conmemora a los 55.000 judíos que fueron deportados a los campos de concentración nazis. Desde aquí eran conducidos a los trenes que los llevarían a los campos de exterminio.
A continuación nos acercamos hasta Hackesche Höfe (Rosenthaler Strasse 40-41), un conjunto de bonitos patios interiores comunicados entre sí que están repletos de locales comerciales y restaurantes, y que son un buen ejemplo de la animada vida de Berlín.
Justo al lado, en el número 39 de Rosenthaler Strasse, se encuentra el callejón llamado Dead Chicken Alley, claro ejemplo de la contracultura y el arte urbano surgidos tras la caída del muro y una vez recuperada la libertad.
Este es uno de los rincones de Berlín que más originales nos parece y está lleno de detalles que le aportan un carácter totalmente único.
Mientras visitamos el Dead Chicken Alley se pone a llover, lo que nos estropea un poco el momento y nos obliga a acortar la visita, ya que no llevamos paraguas para protegernos. A toda prisa nos dirigimos a la Isla de los Museos, pasando junto a Hackescher Markt sin pararnos.
Nos dirigimos al Museo de Pérgamo, ya que es el único que queremos visitar de todos los que hay en la Isla de los Museos (aunque seguro que los demás son también muy interesantes, pero en este viaje no queremos pasar demasiadas horas encerrados en un museo sino que preferimos disfrutar del ambiente en las calles berlinesas).
Cuando llegamos son apenas las 10:30 de la mañana y aunque solo hace media hora que el museo ha abierto sus puertas ya hay una cola enorme de unas dos horas aproximadamente de espera. Obviamente, no estamos dispuestos a estar allí de pie durante dos horas, así que decidimos prescindir definitivamente de la visita al museo.
Aunque las entradas se pueden comprar anticipadamente por internet, la cola de entrada se tiene que hacer igualmente, así que en vista de nuestra experiencia os recomendamos que vayáis a horas menos concurridas.
Nos sentimos un poco frustrados al quedarnos sin contemplar sus magníficas colecciones de arte antiguo pero quizá tengamos la ocasión de volver en un futuro, así que tampoco le damos demasiada importancia.
Volvemos a pasar por delante de la catedral de Berlín, que ya habíamos contemplado el día anterior, y sacamos algunas fotos más aprovechando que ha dejado de llover, aunque el cielo sigue completamente cubierto.
A continuación cogemos el metro y nos bajamos en la parada de Weberwiese (línea U5). Estamos en Karl-Marx-Allee, una amplia calle donde queremos echar un vistazo a los descomunales bloques de apartamentos de estética soviética. Esta parte de la ciudad nos recuerda a algunos bloques de viviendas también comunistas que vimos durante nuestro viaje a Pekín, pero en general resulta ser una visita un tanto decepcionante y es totalmente prescindible.
Tras esta breve parada tomamos de nuevo el metro para ir hasta el mercado turco que se celebra todos los martes y los viernes en Maybachufer, a orillas de un tranquilo canal. En el mapa que os mostramos a continuación tenéis señalada la ruta que seguimos durante nuestro paseo por esta zona.
En Berlín, ciudad multicultural donde las haya, existe una gran comunidad turca que, entre otras cosas, hace que se pueda disfrutar de su magnífica gastronomía en multitud de restaurantes. Sin embargo, nosotros preferimos dar un paseo por el mercado y probar distintos platos en algunos de los muchos puestos de comida casera que allí se instalan.
Probamos un hummus excelente, unas hojas de parra rellenas de arroz deliciosas, y un plato combinado con tres guisos distintos a base de garbanzos, arroz y calabacín que nos dejan con ganas de más. Unas tortas rellenas de verduras ponen el punto final a una magnífica comida.
El mercado está llenísimo de gente que se acerca expresamente hasta aquí para comer, igual que nosotros. Sin embargo, junto al canal es fácil olvidarse del bullicio y disfrutar de un momento de descanso.
Tras la pausa para la comida, nos ponemos en marcha para explorar sin prisas el barrio de Kreuzberg, que resulta ser uno de los rincones de la ciudad que más nos gustan.
El barrio obrero, que en su momento fue el más degradado de Berlín, está resurgiendo de sus cenizas y su multiculturalidad es su seña de identidad. El barrio se está gentrificando poco a poco, lo que siempre implica el riesgo de perder su alma y su identidad, pero hoy por hoy merece mucho la pena darse una vuelta por sus calles y empaparse bien de todo aquello que lo hace especial.
En Mariannenplatz se alza el imponente edificio del Kuntsquartier Bethanien, convertido en uno de los epicentros del arte alternativo de Berlín. El antiguo hospital se ha reconvertido en galerías y estudios de arte en los que se celebran exposiciones de todo tipo. La entrada es gratuita y merece la pena darse un paseo por el interior.
El edificio tiene un punto siniestro, como de antiguo hospital psiquiátrico en una película de terror (especialmente los baños), e imaginarse allí dentro por la noche hace que uno de repente sienta la necesidad de salir a la calle cuanto antes.
Lo mejor de todo, sin embargo, es la antigua farmacia de Theodor Fontane, que data de 1848 y se conserva intacta en una de las salas del edificio. Se puede contemplar a través de la puerta de cristal o, si está abierta, echar un vistazo al interior.
Allí cerca se encuentra el mercado Markthalle Neun, que a estas horas está prácticamente vacío y con muchos de sus puestos de venta de comida cerrados. No obstante, sabemos que vamos a volver para cenar aquí el jueves por la noche, así que la visita es bastante breve.
No muy lejos de allí, casi a la vuelta de la esquina, nos topamos con Burgermeister (Oberbaumstrasse 8, junto a la parada de la línea U1 Schlesisches Tor), una hamburguesería que consideramos una parada obligada para cualquier amante de este tipo de comida (nosotros lo somos) y que además es de lo más singular.
Situada en lo que antiguamente eran unos baños públicos bajo la vía del tren elevado, sirve una de las mejores hamburguesas que hemos probado nunca (y hemos probado muchas).
La única pega es que apenas cuenta con espacio para sentarse y que normalmente suele haber unas colas tremendas (aunque el hecho de ir un poco antes de las cinco de la tarde hace que tengamos suerte y solo tengamos que esperar diez minutos a que nos sirvan). Como todos los asientos están llenos, nos acercamos hasta Gröbenufer, a orillas del río Spree, donde hay unos bancos con unas vistas estupendas al puente Oberbaum y podemos sentarnos a degustar nuestras deliciosas hamburguesas.
El puente Oberbaum, de ladrillo rojo y con sus llamativos torreones, fue uno de los muchos puntos fronterizos entre Berlín Este y Berlín Oeste tras la construcción del infame muro.
Precisamente allí, una vez cruzado el puente, se encuentra la East Side Gallery, la galería de arte al aire libre en la que multitud de artistas han ido decorando los restos del muro que allí se conservan.
El lugar está muy concurrido, demasiado como para poder apreciarlo con calma y tranquilidad. Algunos tramos se están restaurando y repintando, pero aún así toda esta zona ofrece una cierta imagen de abandono y está un tanto descuidada y sucia, con bastantes sintecho durmiendo en los parques de los alrededores.
Nos da la impresión de que la East Side Gallery quizá está un tanto sobrevalorada, pero como imagen simbólica tiene un gran valor.
El día de hoy ha sido de lo más intenso y agotador, así que nos retiramos temprano al hotel para descansar un poco antes de cenar (el hummus que hemos comprado en el mercado turco y un par de cosas compradas en el supermercado) y acostarnos. Mañana nos vamos de excursión a Potsdam, que promete ser de lo más interesante, y queremos ir bien descansados.