Nada mejor que empezar nuestro segundo día en Berlín bien temprano, visitando la Puerta de Brandemburgo (Brandenburger Tor). A estas horas está casi desierta, aunque la cosa pronto va a cambiar y en un rato será ya imposible disfrutarla en soledad. Terminada de construir en 1791, era una de las puertas de entrada a la ciudad y se construyó en estilo neoclásico, emulando a la Acrópolis de Atenas. Su belleza clásica no deja indiferente y es fácil comprender que sea el emblema de la ciudad.
Aparcado junto a la puerta nos topamos con un Trabant, el coche por excelencia de la Alemania comunista, que con el paso del tiempo se ha convertido en una especie de símbolo de la ciudad y en una atracción turística.
No nos alejamos demasiado de Pariser Platz ya que a las 9:45 horas tenemos concertada la visita a la cúpula del Reichstag, la sede del parlamento alemán.
Con un diseño de Norman Foster, la cúpula resulta impresionante desde un punto de vista arquitectónico y, además, ofrece unas vistas panorámicas que no están nada mal. La visita (y la audioguía que ofrecen en varios idiomas) es totalmente gratuita, tan solo hay que solicitar cita previa a través de la página web oficial.
Tras la interesante visita al Reichstag nos acercamos hasta el Monumento del Holocausto, en memoria de los judíos asesinados en Europa.
Formado por 2.711 bloques de hormigón de distinta altura ordenados en hileras perfectamente alineadas, da la impresión de estar atrapados en un laberinto un tanto desconcertante y crea una cierta sensación de desasosiego, que es precisamente lo que se pretendía con su creación.
Siguiendo con nuestro paseo llegamos a Potsdamer Platz, que con su arquitectura moderna quiere volver a convertirse en referente de la ciudad después de su prácticamente total destrucción durante la guerra. La plaza quedó dividida en dos por el muro de Berlín, y algunos restos del muro y unas placas en el suelo se encargan de recordarlo.
A nosotros no nos parece que la plaza sea demasiado bonita, pero aún así damos un paseo por los alrededores e incluso nos acercamos al Sony Center, con su espectacular cúpula. Junto a la entrada se conservan algunos restos del Grand Hotel Esplanade, un establecimiento de lujo que quedó destruido durante la guerra.
De Potsdamer Platz vamos a visitar la Topografía del Terror, un magnífico museo que muestra con una gran cantidad de documentos gráficos todos los crímenes cometidos por la Gestapo y las SS durante la época nazi. La exposición es muy interesante, diríamos que imprescindible para cualquiera que visite Berlín y quiera profundizar algo más en el oscuro y terrible pasado del lugar.
Además de conservar un trozo de muro bastante grande, la muestra fotográfica que se expone en el interior del edificio donde tuvo su sede la temible policía secreta nazi, la Gestapo, es muy extensa e ilustrativa del terror vivido allí. Las fotografías son muy duras y consiguen remover conciencias (que es precisamente lo que se pretende, para que no se olvide lo que allí sucedió y así impedir que vuelva a repetirse). Se trata de un museo totalmente gratuito al que merece la pena dedicarle un rato.
Junto a la Topografía del Terror se encuentra el Martin-Gropius-Bau, un bonito edificio donde se realizan interesantes exposiciones temporales. Si no andáis escasos de tiempo y/o presupuesto, siempre puede ser una opción interesante.
No lejos de allí se encuentra el famoso Checkpoint Charlie, el más conocido de los distintos pasos fronterizos del muro. Se trata de una mera atracción turística donde la gente aprovecha para hacerse fotos con un par de «soldados» disfrazados, en lo que supone la banalización de un punto fronterizo tan importante como este durante los años en que la ciudad estuvo dividida en dos mundos opuestos. Si se pasa por allí no está de más echarle un vistazo, pero desde luego es algo que nos parece totalmente prescindible durante una visita a Berlín.
Nuestro recorrido nos conduce hasta Gendarmenmarkt, sin duda uno de los rincones más bonitos de la ciudad. La plaza cuenta con dos catedrales, la Franzosischer Dom y la Deutscher Dom (la catedral francesa y la alemana, respectivamente), que flanquean el no menos imponente edificio de la Konzerthaus (la Sala de Conciertos de Berlín).
Aprovechamos que es la hora de comer para sentarnos en un rincón a la sombra y hacer un pequeño picnic con unas mini pizzas de verduras que hemos comprado en un Lidl cercano. Allí sentados observamos el ir y venir de la gente, la mayoría turistas, que se acercan hasta aquí.
Tras terminar nuestra comida seguimos adelante con nuestra visita.
Llegamos hasta Bebelplatz, otra bonita plaza, pero la mala suerte hace que se encuentre parcialmente en obras y no podamos apreciarla como se merece (por desgracia no será lo único que nos encontraremos en obras en los próximos días).
Nos encontramos ahora en Unter den Linden, la amplia avenida arbolada que une la Puerta de Brandemburgo con Alexanderplatz, atravesando la Isla de los Museos en su recorrido. Mientras cruzamos la isla aprovechamos para echar un vistazo al exterior de la catedral de Berlín (aunque es posible visitar su interior previo pago, nosotros lo dejamos correr).
Llegamos finalmente a Alexanderplatz, la enorme plaza que en su momento fue el centro del Berlín Oriental. La bulliciosa plaza, siempre llena de gente, cuenta con varios puntos emblemáticos, como la Fernsehturm (la Torre de la Televisión de Berlín), la Fuente de Neptuno, la iglesia Marienkirche, el Reloj Mundial o el Ayuntamiento Rojo (Rotes Rathaus). Todo ello está aderezado por multitud de tiendas en las que entretenerse con algunas compras si se quiere.
Junto a Alexanderplatz se encuentra el barrio de Nikolaiviertel, de origen medieval y reconstruido tras finalizar la guerra. Damos un agradable paseo por sus calles adoquinadas y entramos a ver la iglesia más antigua de la ciudad, la Nikolaikirche.
Como punto final al día de hoy, cogemos el metro hasta la parada de Friedrichstrasse, un animado lugar de la ciudad con tiendas, bares y restaurantes. No podemos dejar pasar la oportunidad de comprar algunos libros en Dussmann das Kulturkaufhaus, una enorme librería que cuenta en su interior con otra librería en inglés que ocupa dos plantas y dispone de una amplísima oferta.
Tras esta breve sesión de compras damos por finalizado el día y nos dirigimos al hotel a descansar un poco. Para cenar, y de nuevo en un intento por economizar al máximo durante este viaje, nada mejor que aprovechar que tenemos un supermercado de la cadena Rewe al lado mismo del hotel en el que venden comida preparada, así que compramos cuatro cosas para cenar tranquilamente en nuestra habitación.
Ha sido una jornada de lo más interesante, pero aún nos queda mucho más por ver.