Durante nuestra visita a los Lagos de Covadonga, en los Picos de Europa asturianos, decidimos aprovechar para acercarnos a conocer el santuario del mismo nombre. El Santuario de Covadonga es de paso obligado al subir a los lagos, así que no está de más hacer una breve parada a la ida o a la vuelta para conocer este lugar cargado de significado histórico y religioso.
Un lugar con mucha historia
Covadonga se considera la cuna de la Reconquista de España. En el año 718 tuvo lugar aquí la Batalla de Covadonga. Los soldados cristianos, liderados por Don Pelayo, tendieron una emboscada al ejército musulmán en la Santa Cueva y consiguieron ganar la batalla que marcaría el inicio de la Reconquista. Don Pelayo, quien tras estos hechos fue coronado como el primer rey del Reino de Asturias, está enterrado en la Santa Cueva y su figura histórica es venerada en toda Asturias. La cercana población de Cangas de Onís fue la elegida como sede del reino, convirtiéndose en su primera capital. Si queréis saber más sobre esta bonita e interesante población, tenéis más información aquí.
Cómo llegar al Santuario de Covadonga
Para llegar al Santuario de Covadonga hay que tomar la carretera AS-262. Encontraréis el desvío a la altura de Soto de Cangas. Hay aparcamiento gratuito, pero las plazas son limitadas. En nuestro caso, nos encontramos el acceso cortado porque el parking estaba completo. Tuvimos que regresar unas horas más tarde y, en esta segunda ocasión, tuvimos más suerte.
El Santuario de Covadonga es un gran complejo que incluye la Basílica de Santa María la Real y la Santa Cueva, sus principales atractivos aunque no los únicos. El acceso es totalmente gratuito, lo que es un gran punto a su favor. Hay que tener en cuenta que se trata de un lugar de culto en el que se celebran misas y actos religiosos a diario, por lo que hay que mostrar el respeto adecuado en todo momento.
La Basílica de Santa María la Real
Lo primero que llama la atención del visitante en cuanto llega al Santuario de Covadonga es la grandiosa Basílica de Santa María la Real. Su construcción comenzó en 1877 y fue inaugurada en 1901. Al igual que la pequeña capilla situada en el interior de la Santa Cueva, la Basílica es de estilo neorrománico. Se trata de un templo monumental, cuya belleza se ve realzada por el precioso entorno natural que lo rodea.
El exterior de la Basílica, que cuenta con un campanario doble, es de piedra de un delicado color rosado, extraída directamente de las montañas de Covadonga. En la explanada de delante de la Basílica, no falta una estatua de Don Pelayo.
Visitando la Santa Cueva
Tras la visita a la Basílica, nos dirigimos a continuación a la Santa Cueva. Accedemos a través de un túnel abierto en la roca, aunque también se puede llegar a la cueva subiendo la llamada “escalera del perdón” o “de las promesas”. En el interior de la Santa Cueva no está permitido hacer fotos, así que todas las que tenemos han sido tomadas desde fuera.
Los tres elementos más destacados de la Santa Cueva son la pequeña capilla, el sepulcro de Don Pelayo y, por supuesto, la imagen de la Virgen de Covadonga, también conocida como “La Santina”. Antiguamente, la Santa Cueva estaba recubierta de madera. En el año 1777 se produjo un incendio que lo destruyó todo, incluida la imagen de la Virgen. Un año después del incendio, la Catedral de Oviedo hizo entrega de la imagen actual de La Santina, que data del siglo XVI, para compensar la pérdida de la original.
En cuanto al sepulcro de Don Pelayo, está encajado directamente en la pared de roca. Allí descansan sus restos mortales, aunque originalmente había sido enterrado en una iglesia cercana. Fue el rey Alfonso X “el Sabio” quien, en el siglo XIII, ordenó su traslado a la Santa Cueva. Junto a Don Pelayo descansan también los restos de su mujer y su hermana.
Un lugar lleno de leyendas
Justo debajo de la Santa Cueva se encuentra el estanque natural conocido como “El Pozón”. En época de deshielo o si ha habido lluvias abundantes, se puede ver un chorro de agua surgiendo directamente de la roca. Junto al estanque, en su lado izquierdo, se sitúa la Fuente de los 7 Caños. También se la conoce como “la fuente del matrimonio” ya que, según cuenta la leyenda, aquella que beba agua de ella, se casará en menos de un año.
Para completar la visita al Santuario de Covadonga, no dejéis de echar un vistazo a la Colegiata de San Fernando. Se trata del edificio más antiguo del santuario y cuenta con un claustro del año 1635. En un principio no se puede visitar aunque, según parece, si se habla con las monjas de la Casa de Ejercicios situada junto a la Colegiata, se puede llegar a acordar algún tipo de visita.
Un museo para completar la visita
Por último, también se puede visitar el Museo de Covadonga. Para acceder al museo hay que pagar entrada (el resto de visitas del Santuario son gratis). Tan solo cuesta 3,00€ por persona (1,00€ la entrada reducida). En el museo se exponen pinturas, cálices, mantos de la Virgen, distintos objetos de orfebrería e, incluso, ofrendas y exvotos depositados por los fieles a lo largo de los años. Nosotros prescindimos de la visita al museo, ya que la temática expuesta no es de nuestro particular interés.
Terminamos nuestra visita al Santuario de Covadonga junto a las estatuas de los leones que custodian la carretera de acceso a todo el complejo. Son una réplica de los que realizó Antonio Canova en la Basílica de San Pedro del Vaticano para la tumba del Papa Clemente XIII. Junto a ellos nos despedimos de Covadonga, una de las etapas más bonitas de este viaje por tierras asturianas.