Creo que ya hemos perdido la cuenta de las veces que hemos dicho esto sobre otros lugares, pero Rochefort-en-Terre es uno de los pueblos más bonitos de Francia. A pesar de lo turístico que es, su patrimonio arquitectónico hace que sea una visita imprescindible. Recorrer sus calles engalanadas con flores de todos los colores es un verdadero placer. No es de extrañar que consiguiera 4 flores en el concurso Villes et Villages Fleuris. Fue sin duda el punto final perfecto a nuestra ruta por la Bretaña.
La arquitectura medieval de Rochefort-en-Terre
Un paseo por las calles adoquinadas de Rochefort-en-Terre supone viajar en el tiempo a la Edad Media. Todos los edificios están perfectamente conservados. La mayoría son de piedra, lo que hace que las casas con entramado de madera que hay aquí y allá destaquen aún más.
La calles Saint-Michel, du Porche y des Scourtets son las principales calles de Rochefort-en-Terre. Se encuentran la una a continuación de la otra, con la impresionante Place du Puits en medio de las dos últimas. En los poco más de 400 metros que os llevará recorrerlas por completo podréis contemplar auténticas joyas arquitectónicas.
La Place du Puits, con su pozo cubierto de flores, es quizá el rincón más especial de todos. Justo antes de que la rue du Porche se abra a plaza veréis uno de los edificios más llamativos de Rochefort-en-Terre. Se trata de la casa doble que alberga el Café Breton y la Tour du Lion, restaurante y hotel respectivamente. Reconoceréis fácilmente esta antigua residencia particular del siglo XVI por su torrecilla. El Café Breton es uno de los más antiguos de Europa, lleva abierto desde 1818. Por lo visto cuenta con decoración original de la época, pero no entramos a tomar nada y no pudimos comprobarlo.
Donde sí que entramos a curiosear es en algunas de las muchas tiendecitas de artesanía y de recuerdos que encontramos por el camino. Este pequeño pueblo se convirtió a principios del siglo XX en un lugar de encuentro para artistas gracias al pintor norteamericano Alfred Klots. Él fue el responsable de la restauración del castillo de Rochefort-en-Terre, nuestra siguiente visita.
El castillo de Rochefort-en-Terre
Rochefort-en-Terre cuenta con un castillo cuyo origen se remonta al siglo XII. Tras su destrucción en 1793, se mantuvo en ruinas hasta que fue adquirido por Klots. Lo reconstruyó y lo convirtió en una lujosa residencia que pasó a ser propiedad del municipio en 2013. El interior del castillo no se puede visitar, pero los jardines están abiertos al público y son de acceso libre.
El camino de acceso se encuentra en la Rue du Château, a continuación de la Rue des Scourtets. Un paseo arbolado conduce directamente hasta el castillo y su preciosa fachada principal. En uno de los extremos del jardín hay una diminuta capilla que se puede visitar. Desde allí tendréis también unas buenas vistas del pueblo y sus tejados de pizarra.
En el camino de acceso al castillo encontraréis también un museo bastante peculiar. Se trata del Naïa Museum. Está dedicado al arte fantástico, la ciencia ficción, el cyberpunk, el surrealismo pop y otras corrientes culturales por el estilo. No entramos a visitarlo pero parece realmente interesante y único. Os dejamos el enlace a la web para que echéis un vistazo.
Notre-Dame-de-la-Tronchaye: una iglesia con un origen atípico
Igual a alguno de vosotros os llame la atención el hecho de que ni en las calles ni en la plaza principales del pueblo haya rastro de ninguna iglesia. Rochefort-en-Terre tiene la peculiaridad de que su iglesia se encuentra a un nivel algo inferior con respecto al centro de la población. Esta peculiaridad tiene su explicación.
Durante unas invasiones normandas allá por el siglo X, un sacerdote decidió poner a buen recaudo una estatua de la Virgen y el Niño Jesús para evitar que fuera saqueada. La escondió en el tronco hueco de un árbol, donde un par de siglos después fue encontrada por una pastorcilla. Como suele ser habitual en estos casos, se construyó una capilla en el punto donde se produjo el hallazgo. Esa capilla original fue modificándose a lo largo de los siglos hasta llegar a nuestros días con su aspecto actual.
Nosotros terminamos aquí nuestra visita, pero si seguís calle abajo llegaréis al antiguo lavadero público. Así damos por finalizado nuestro viaje a la Bretaña francesa. Hemos disfrutado mucho de estos días recorriendo preciosos paisajes y pueblecitos llenos de encanto. Sin duda es un viaje que os recomendamos totalmente.