Quiberon es un destino de sol y playa. Es ideal para los que buscan pasar unos días de relax mientras disfrutan de un ambiente veraniego. Pero aparte de esto, poco más hay que decir sobre esta población. Sí que puede resultar más interesante explorar el resto de la península de Quiberon, algo que lamentablemente nosotros no hicimos.
La península de Quiberon es una estrecha franja de tierra de apenas 14 km de longitud. La que antaño fuera una isla se une a tierra firme por un istmo de apenas una veintena de metros de ancho. La población de Quiberon se encuentra en el extremo final de la península. La carretera principal que lleva hasta ella va dejando atrás pequeños núcleos de población y de vez en cuando ofrece unas vistas estupendas del entorno. Nosotros nos encontramos con un tráfico espantoso, seguramente porque hacía un día estupendo y todo el mundo se levantó con ganas de disfrutar de la playa.
Los que tengan ganas de tomar el sol y darse un chapuzón en alguna de las bonitas playas de la península, deberán decantarse por la costa este. En cambio, los amantes del surf y el kitesurf encontrarán en la costa oeste los mejores lugares para practicarlos. Al estar más expuesta, la costa oeste destaca por el viento y las olas. En cambio, la costa este está más resguardada y es ideal para familias que buscan pasar un rato relajado en el agua. Al oeste encontraréis acantilados y al este descubriréis bonitas playas de fina arena.
Un paseo por Quiberon
Una de las playas más amplias es la Grande Plage de Quiberon. Después de dejar el coche en el centro de la población, damos un paseo por los alrededores de la playa. Un animado bulevar con pequeñas tiendas, heladerías y restaurantes ocupa la primera línea de playa. El ambiente es muy veraniego, con edificios de apartamentos que se asoman al mar y que, milagrosamente, no afean demasiado el paisaje.
En este bulevar se encuentra La Maison d’Armorine. En esta tienda llevan desde 1946 elaborando unas famosas piruletas llamadas niniches. De ellas ya os hablamos en el post dedicado a la gastronomía bretona. Igual de conocida es su Crème de Salidou, a base de mantequilla salada. Encontraréis más delicias con las que satisfacer vuestras ansias de dulce: galletas, bombones de chocolate, caramelos… Incluso venden helados. Compramos un par de tarrinas y nos sentamos a comerlas en un banco con vistas a la playa.
Una vez terminados los helados damos una vuelta por un par de calles de los alrededores. Sin embargo, Quiberon no ofrece gran cosa a quien busque algo más que el típico destino de sol y playa. Nos decepciona bastante, especialmente teniendo en cuenta lo que hemos tardado en llegar por culpa del tráfico. Nuestra conclusión es que no merece la pena venir hasta aquí a no ser que te vayas a quedar el día entero o más de un día explorando la península en mayor profundidad. Si es solo para estar un rato, como hemos hecho nosotros, no compensa el desvío y el tiempo invertido en llegar.