La península de Otago, con sus playas vírgenes, sus colinas verdes y su abundante fauna marina, es uno de los lugares de Nueva Zelanda que nos sorprendió más positivamente y pasó a formar parte de nuestros favoritos casi de inmediato. Se extiende al este de Dunedin, lo que permite visitar ambos lugares conjuntamente. Mientras que un lado de la península de Otago da a las tranquilas aguas del puerto natural de Otago, el lado opuesto da a mar abierto y destaca por sus playas salvajes rodeadas de abruptos acantilados.
El interior de la península combina dos facetas bien distintas: una principalmente rural, con sus prados llenos de ovejas, y otra más marinera, con un par de ensenadas en las que la pesca es la principal actividad. A continuación os mostramos los preciosos paisajes de la península de Otago y os contamos todo lo que podéis ver y hacer mientras la exploráis.
Portobello: una tranquila población en mitad de la península de Otago
Comenzamos nuestro recorrido por la península de Otago dirigiéndonos hacia Portobello, uno de los pequeños núcleos de población que salpican el lugar. Desde Dunedin tomamos la Portobello Road, una carretera que va pegada al mar siguiendo el contorno del puerto de Otago. Las vistas son magníficas, aunque en el momento de nuestra visita la carretera está en obras y el trayecto se eterniza. Una vez en Portobello nos registramos en el camping donde vamos a pasar la noche (tenéis más información aquí) y vamos a dar un paseo por el pueblo.
No es que haya mucho que ver, ya que la población es realmente pequeña. Hay unos pocos restaurantes y cafeterías, una gasolinera y un pequeño supermercado con unos precios desorbitados. Nos sentamos un rato en un banco a contemplar las vistas de Latham Bay y nos acercamos al pequeño Otago Peninsula Museum & Historical Society, pero lo encontramos cerrado. También hemos encontrado cerrada una bonita casa eduardiana construida en 1909 llamada Fletcher House, en la cercana Broad Bay. Por lo visto solo abre los fines de semana y los días festivos, tenedlo en cuenta si queréis visitarla.
Taiaroa Head: el mejor lugar para ver albatros y pingüinos azules
En el extremo norte de la península de Otago se encuentra Taiaroa Point. En este alejado rincón hay mucho que ver, especialmente para los amantes de los animales. Además de una colonia de pingüinos azules, los más pequeños del mundo, también podréis contemplar la única colonia continental de albatros que hay en el hemisferio sur. La mayoría de estas aves viven en islas remotas en medio del mar, pero aquí existe esta importante colonia que permite observarlas de cerca sin ningún esfuerzo.
Los albatros son las aves marinas más grandes del mundo, con una envergadura de más de tres metros. El Royal Albatross Centre cuenta con un centro de observación desde el que contemplar estas magníficas aves, así como los nidos donde crecen sus polluelos. Ofrecen visitas guiadas, que no son nada baratas. Si no queréis pagar por ver unos animales que vuelan libremente por los alrededores, podéis dejar el coche en el aparcamiento gratuito y acercaros al borde del acantilado. Unos miradores ofrecen unas vistas excelentes y es bastante probable que veáis algún albatros sobrevolando Taiaroa Head. Lo que seguro que podréis ver de cerca son los cientos de gaviotas que hay por todas partes. Si sufrís de ornitofobia, mejor quedaros en el coche.
En cuanto a los pingüinos azules, llamados korora en maorí, hay una colonia en Pilots Beach, una pequeña playa en Taiaroa Head. No se puede acceder libremente a la playa, ya que el acceso está cerrado y solo está permitida la entrada contratando un tour con Blue Penguins Pukekura. Los tours son siempre al anochecer, cuando los pequeños pingüinos regresan a tierra después de pasar el día en el mar. No son baratos, pero los fondos se emplean para la preservación de la especie. Nosotros prescindimos de esta visita, pero asomándonos desde la carretera sí que vimos un par de focas durmiendo sobre las rocas de la playa.
Harington Point: unas vistas excelentes de Otago Harbour
El puerto natural de Otago es un entrante de mar que queda resguardado del océano por la península de Otago. Desde Harington Point, en la boca del puerto, se tienen unas vistas privilegiadas del entorno. Pilla de paso de camino a Taiaroa Head, ya que solo hay una carretera de acceso. Con un poco de suerte, desde este punto es posible llegar a avistar algún albatros, dada la cercanía del Royal Albatross Centre.
Allans Beach: una playa espectacular en la península de Otago
En la península de Otago hay unas playas vírgenes absolutamente increíbles. No cuentan con ningún tipo de servicio ni hay ninguna edificación que estropee las vistas. Cabe destacar las siguientes: Victory Beach, Sandfly Beach y Allans Beach. De las tres, elegimos Allans Beach para disfrutar de un paseo por la playa en total soledad. Al final de Allans Beach Rd hay una pequeña zona de aparcamiento. Allí comienza un sendero que en menos de 5 minutos desemboca en la playa.
Parece imposible que tengamos este lugar para nosotros solos. No hay ni un alma a la vista. Flores silvestres le dan un toque de color, sumándose al intenso azul del mar. En Allans Beach suele haber leones marinos (aunque a esta hora no hay ninguno), así que es importante seguir las indicaciones y mantener una prudente distancia de seguridad en caso de encontrarse con uno.
Los inlets de la península de Otago
Si hay algo que a nosotros nos gustó especialmente de la península de Otago son sus dos ensenadas. Tanto Hoopers Inlet como Papanui Inlet son un paraíso para los ornitólogos. Entre las distintas especies de aves que aquí se pueden observar, los cisnes negros son los más llamativos.
En las aguas poco profundas solo pueden navegar pequeñas barcas durante la marea alta. A lo largo de la carretera que bordea las ensenadas se encuentran algunos cobertizos para guardar las embarcaciones cuando no están en uso.
Highcliff Road: una carretera con vistas
Para las mejores vistas panorámicas de la península de Otago hay que tomar la carretera que circula por su interior. Se trata de Highcliff Road. No solo podréis admirar el paisaje, sino que por el camino podréis parar a visitar un castillo si os apetece.
Larnach Castle es el único castillo de Nueva Zelanda y se construyó en 1871. Para llegar hasta él hay que tomar un pequeño desvío a la altura de Pukehiki. Nosotros, después de debatirlo durante un rato, decidimos prescindir de la visita. Aunque parece interesante, principalmente por lo fuera de lugar que está este castillo en la península de Otago, no nos apetece gastarnos los 37 dólares por persona que cuesta la entrada.
Tras una última parada a lo largo de Highcliff Road para admirar las vistas una vez más, ponemos fin a nuestra visita a la península de Otago. Este rincón de Nueva Zelanda nos ha encantado, quizá en parte por la tranquilidad y la soledad de la que hemos podido disfrutar.