De los muchos lagos que hay en los Dolomitas, el de Sorapis es uno de los más bonitos. Son varios los factores que contribuyen a ello: el llamativo color de sus aguas, el impresionante entorno que lo rodea o el espectacular paisaje que acompaña a los que se animan a hacer la excursión hasta él. Aunque algunos tramos del camino pueden suponer un pequeño reto para los que tienen miedo a las alturas (os contamos más al respecto un poco más abajo), la excursión al lago de Sorapis es una de las mejores que hicimos en los Dolomitas. La recompensa al final del camino merece absolutamente la pena.
Cómo llegar al lago de Sorapis
Si buscáis información sobre este lago en internet, veréis que unas veces su nombre aparece escrito como Sorapis y otras veces con doble s al final, Sorapiss. Ambas son correctas, aunque para simplificar nosotros nos vamos a decantar por la primera opción, con una sola s, que es más habitual.
El lago de Sorapis forma parte del Parco Naturale delle Dolomiti d’Ampezzo. El sendero que lleva hasta él está señalizado con el número 215 (seguid las indicaciones hacia el lago de Sorapis o el refugio Vandelli) y tiene su punto de inicio en Passo Tre Croci. Este paso de montaña, en la carretera SR48, está más o menos a mitad de camino entre Cortina d’Ampezzo y Misurina. La zona de aparcamiento es bastante limitada, así que os aconsejamos madrugar y estar allí a primera hora de la mañana.
Otra opción es utilizar el Dolomiti Bus. Este autobús, que conecta los principales puntos turísticos de la zona, tiene una parada en Passo Tre Croci. Para tomar el bus os tenéis que dirigir a la estación de autobuses de Cortina d’Ampezzo. En esta página web tenéis toda la información necesaria, incluidos los horarios y tarifas actualizados.
De camino al lago de Sorapis
El primer tramo de la excursión hasta el lago de Sorapis discurre a través de un bonito bosque. En los tramos despejados del sendero las vistas son espectaculares. Estamos a la suficiente altitud como para que en pleno mes de agosto nos topemos con un gran bloque de hielo en mitad del camino que nos impide el paso. Por suerte podemos rodearlo fácilmente y continuamos nuestro ascenso por la ladera de la montaña.
Aunque no se trata en absoluto de una excursión complicada, si que es cierto que algunos tramos del camino son un poco más rigurosos. En el momento en que dejamos el bosque atrás, el sendero se estrecha y bordea un precipicio que da bastante impresión. Conviene no distraerse e ir mirando por donde se pisa, porque un tropezón podría ser fatal.
Por suerte, unos cables metálicos anclados a la pared de roca permiten agarrarse para evitar sustos. A la ida no tenemos ningún problema, ya que apenas encontramos gente por el camino. Sin embargo, al volver el sendero está mucho más concurrido y en esos tramos más estrechos nos toca ir pegados al vacío. Si tenéis miedo a las alturas (como la que escribe) podéis pasarlo un poco mal en momentos puntuales, pero por suerte es un tramo relativamente corto y pronto lo dejamos atrás.
Llegamos al Rifugio Alfonso Vandelli
Esta excursión tiene un desnivel bastante moderado, pero en algunos tramos donde es más pronunciado se han habilitado unas escaleras metálicas que facilitan el ascenso. Seguimos avanzando sobre terreno seguro una vez dejamos atrás el precipicio y, casi sin darnos cuenta, llegamos al refugio Vandelli, construido en 1891.
El refugio se encuentra a pocos metros del lago, aunque éste no es visible desde allí. Antes de acercarnos a la orilla del lago de Sorapis aprovechamos para comprar una bebida en el bar del refugio. Refresco en mano, caminamos los últimos metros que nos separan del lago y, por fin, aparece ante nuestros ojos.
Un lago de color turquesa
Una de las características más llamativas del lago de Sorapis es la tonalidad de sus aguas. El lago es de color turquesa, más transparente o más lechoso según la cantidad de materia que contiene en agua. Al ser de origen glaciar, el agua contiene polvo de roca en suspensión (que también recibe el nombre de “harina glaciar”). Esta “harina” se crea de forma natural al desplazarse la masa de hielo del glaciar y provocar el roce contra las rocas, que terminan por desmenuzarse hasta formar este fino polvo.
Explicaciones científicas al margen, la belleza del lago de Sorapis nos deja con la boca abierta. No es el primero que vemos de esta tonalidad, pero nunca dejará de maravillarnos. Buscamos un rincón más o menos tranquilo junto a la orilla, que se ha ido llenando progresivamente de gente. Nos sentamos en un tronco caído a comer algo y tomarnos el refresco que hemos comprado en el refugio mientras admiramos el paisaje. Justo enfrente tenemos el Dito di Dio (Dedo de Dios), un peculiar pináculo rocoso que alcanza los 2603 metros de altitud.
Un festín a modo de despedida
Tras este merecido descanso a orillas del lago Sorapis, emprendemos el regreso por el mismo camino por donde hemos subido. Una vez llegamos al Passo Tre Croci, nos subimos al coche pero no vamos demasiado lejos. Como este es nuestro último día en los Dolomitas y esta ha sido nuestra última excursión, decidimos darnos un homenaje en forma de una deliciosa comida.
A pocos metros del inicio del sendero se encuentra el restaurante Son Zuogo (con aparcamiento para los clientes), donde sirven algunos de los platos más típicos de la gastronomía tradicional de los Dolomitas. Nos decantamos por unos canederli, unas patatas a la ampezzana, una polenta y unos casunziei. La comida está deliciosa, el personal del restaurante es encantador y los precios son muy razonables.
Esta ha sido la forma perfecta de decir adiós a los Dolomitas, aunque nuestro viaje no termina aquí. A continuación vamos a dirigirnos al Valle de Aosta, en el extremo opuesto de los Alpes italianos, donde disfrutaremos de nuevas excursiones y experiencias sobre las que podéis leer más aquí.
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