Chinatown, Nob Hill, Pacific Heigths, Russian Hill, Fisherman’s Wharf
Nuestro segundo día en San Francisco promete ser igual o más intenso que el anterior. Empezamos de buena mañana acercándonos a la Haas-Lilienthal House, una preciosa casa de estilo victoriano que data de 1886 y está situada en el número 2007 de Franklin Street.
La casa es realmente espectacular y se conserva a la perfección. Nos hubiera gustado verla por dentro, ya que se ofrecen visitas guiadas tres días a la semana, pero por desgracia el horario no se ajusta a nuestros planes y nos conformamos con admirar su magnífico exterior. En la web de SF Heritage tenéis toda la información para poder organizar vuestra visita.
A apenas tres manzanas de allí, en la esquina de la calle California con la avenida Van Ness, nos estrenamos en eso de subirnos al famoso tranvía de San Francisco. Los cable cars son realmente divertidos y merece la pena dar una vuelta en uno de ellos. Si el tranvía va muy lleno no queda más remedio que ir de pie en la parte exterior, bien agarrado para no caerte en alguno de los bruscos giros o con algún bache en el camino. Sin duda es algo que hay que hacer por lo menos en una ocasión durante un viaje a San Francisco.
Nuestro trayecto no es muy largo ya que Chinatown, nuestra siguiente parada, no queda demasiado lejos. Una vez allí, nos dejamos transportar al lejano oriente con nuestra imaginación. Todos los carteles y los letreros están en chino y las calles están decoradas con farolillos rojos de papel.
De momento la mayoría de tiendas están todavía cerradas y no se ve a mucha gente por la calle. En la Eastern Bakery aprovechamos para comprar uno de sus famosos «moon cakes» y paramos a desayunar sentados en un banco en Portsmouth Square, el centro neurálgico de Chinatown.
Paseamos por Waverly Place, un pintoresco callejón donde las fachadas y los balcones de las casas están muy ornamentados y pintados de vivos colores.
Aprovechamos para acercamos hasta la esquina de las avenidas Pacific y Columbus para contemplar más de cerca la Transamerica Pyramid, que contrasta con el Sentinel Building (también llamado Columbus Tower). Construido en 1907, se trata de un antiguo edificio de planta triangular del típico color verde del cobre oxidado cuya forma recuerda al Flatiron de Nueva York.
Continuamos nuestra incursión por el barrio. Ahora ya hay más movimiento y las tiendas están todas abiertas.
En la Ten Ren Tea & Co (949 Grant Avenue) nos tomamos un bubble tea y compramos un poco de té para regalar a la familia. Tampoco dejamos pasar la oportunidad de visitar la Golden Gate Fortune Cookie Factory (56 Ross Alley), donde hacen de forma totalmente artesanal las típicas galletas de la fortuna, y donde debes pagar el módico precio de 50 centavos si sacas alguna foto mientras observas el proceso de elaboración de las galletitas.
A continuación nos dirigimos al Chinatown más auténtico y quizá menos turístico, al tramo de la calle Stockton (nosotros nos centramos en las cuatro manzanas que hay entre las calles Washington y Vallejo) donde se concentran las tiendas de alimentación donde van a comprar los vecinos del barrio. Aquí todo es exótico. No hay ni un solo cartel en inglés, así que nos quedamos sin saber qué son muchas de las cosas que vemos. Se venden todo tipo de alimentos secos y frutas y verduras exóticas, muchas de las cuales no hemos visto nunca antes.
Las aceras está completamente atestadas, apenas si podemos andar, ya no digamos pararnos a hacer fotos con tranquilidad. En general es una zona muy bulliciosa, con mucho movimiento y ajetreo y mucho ruido. Se trata de una de las experiencias más auténticas de todo el viaje. Después de un buen rato de agobio, decidimos seguir con las visitas del día, pero sin duda una visita a Chinatown es algo imprescindible en cualquier viaje a San Francisco.
Para hacer tiempo hasta la hora de comer (tenemos pensado hacerlo en Chinatown) nos acercamos a uno de los rincones más famosos de la ciudad: las curvas de Lombard Street.
Los turistas nos agolpamos al pie de la empinada calle para hacer fotos mientras los coches bajan haciendo eses por las curvas que hacen posible que puedan circular por allí. El tramo con curvas salva el desnivel (con una pendiente de nada menos que 27 grados) entre las calles Leavenworth y Hyde, y las vistas de la ciudad desde allí son fantásticas. Desde la calle Hyde se divisa la isla de Alcatraz en la distancia.
Aprovechando que justo por allí pasa el cable car de la línea Powell-Hyde, nos montamos en uno para regresar a Chinatown a comer. Compramos un poco de dim sum para llevar en el restaurante House of Dim Sum (735 Jackson Street). El local es bastante cutre y no invita demasiado a quedarse, pero como no vamos a comer allí no nos importa demasiado. Está regentado por una señora china un poco mayor que apenas habla inglés, y como nuestro inglés tampoco es muy bueno, nos cuesta lo nuestro hacernos entender. Es buena señal que no haya ningún turista en el local, todos los que están comiendo en esos momentos son vecinos del barrio. Y, efectivamente, la comida está para chuparse los dedos y además es baratísima.
Nos llevamos nuestro botín a Portsmouth Square, donde ya habíamos estado por la mañana, pero ahora está llena de gente de lo más variopinta. Mientras nos comemos nuestro delicioso dim sum, contemplamos a los grupitos de gente que hacen taichi o juegan a las cartas.
Para terminar el día, nos acercamos a Ghirardelli Square, con su famosa tienda de chocolate, y desde allí vamos dando un paseo hasta el Fisherman’s Wharf, antiguo muelle de pescadores hoy convertido en una especie de parque temático para turistas y que es una de las cosas que menos nos gustan de la ciudad.
El puente Golden Gate se ve estupendamente desde allí, pero no luce el sol y hay un poco de neblina que impide verlo bien. Aunque el agua debe de estar helada, vemos a más de uno nadando en la playa, incluida una señora mayor con sombrero de paja que chapotea en la orilla, ante la mirada perpleja de los que pasamos por allí bien abrigados porque hace un frío y un viento de narices.
Nos acercamos al Pier 39 a ver los leones marinos, aunque no hay demasiados. Los que hay se dedican a retozar al sol, soltando gruñidos de vez en cuando.
Y por último, antes de retirarnos al hotel, nos vamos a otro lugar de San Francisco que no debe faltar en ningún viaje: las famosas casas victorianas conocidas como Painted Ladies junto a Alamo Square. Construidas a finales del siglo XIX, lograron sobrevivir al terrible terremoto (y posterior incendio) que arrasó San Francisco en 1906. Su aparición en multitud de películas y series de televisión, como la famosa Full House (Padres Forzosos en España), las convirtió en el icono mundialmente famoso que son hoy en día. Son realmente bonitas, con sus delicados colores pastel y sus grandes ventanales. No hay que irse de San Francisco sin acercarse a conocerlas.
Absolutamente agotados después de tanto ajetreo, San Francisco decide recompensarnos con un maravilloso arcoíris que nos recibe cuando llegamos al hotel y que pone un bonito punto final a este intenso día.
[…] de viajar a Pekín habíamos estado en el Chinatown de San Francisco y habíamos notado la rudeza en general de la gente. Esta impresión quedó ampliamente confirmada […]