Estados Unidos es un país con una amplia diversidad de creencias religiosas. A las más conocidas y habituales, se pueden añadir otras mucho más peculiares y llamativas. Una de las comunidades más singulares tanto en su faceta religiosa como por su estilo de vida es la Amish. Aunque la comunidad Amish más numerosa y próspera es la del condado de Lancaster, en Pennsylvania, hay muchas otras repartidas por todo el territorio norteamericano. Al oeste del río Mississippi, una de las más importantes es la que se encuentra al sureste de Minnesota. Así que aprovechando que nos iba de camino en nuestra ruta por el norte de Estados Unidos, no quisimos dejar pasar la ocasión de conocer algo mejor a los famosos Amish.
Un largo camino hasta Minnesota
Tras haber hecho noche en Badlands National Park, continuamos con nuestro viaje en dirección a Chicago. El día de hoy se presenta largo y tedioso, con muchas horas al volante en mitad del monótono paisaje que constituye la región de las Grandes Llanuras. Con la mente puesta en la idea de conocer a los Amish de Minnesota, nos enfrentamos a esta dura jornada de conducción con 720 km por delante.
Poco después de abandonar Badlands National Park nos toca adelantar una hora el reloj. Ya es la segunda zona horaria que atravesamos en lo que llevamos de viaje, lo que da una idea de la enormidad de este país. La interestatal I-90 va a ser nuestra guía durante todo el trayecto. La carretera se convierte prácticamente en una línea recta que atraviesa enormes extensiones de campos de cultivo de maíz y soja, interrumpidos de vez en cuando por alguna granja solitaria. Estamos cruzando las Grandes Llanuras, y el nombre le viene que ni pintado a toda esta región. Es un paisaje monótono pero de una belleza singular.
Un desayuno de campeones
La primera parada del día la hacemos en Presho. Esta pequeña población de Dakota del Sur no tiene mucho que ofrecer, pero es la hora de desayunar y estamos hambrientos. Elegimos una cafetería llamada Hutch’s. Por 19 dólares nos tomamos un desayuno de campeones a base de huevos, hash browns, tostadas e incluso un filete de ternera.
No somos los únicos clientes. En la barra de la cafetería hay varios granjeros que seguramente llevan ya unas cuantas horas trabajando en el campo. Son hombres robustos, con la piel curtida por el trabajo al aire libre. Se nota que son clientes habituales, ya que no dejan pasar la ocasión de charlar animadamente con las camareras, dos señoras de una cierta edad que nos sonríen amablemente mientras nos sirven los platos en la mesa.
Continuamos nuestra ruta sin nada que interrumpa el paisaje hasta que cruzamos el famoso río Missouri. El próximo río importante que atravesaremos antes de finalizar el viaje será el Mississippi, otro gigante que con su anchura deja a la altura del betún a los ríos españoles.
Tan solo hacemos una breve parada más, en algún punto indeterminado de la I-90, a la hora de comer. Junto a una gasolinera hay un Subway, donde compramos un par de bocadillos que comemos junto al coche mientras estiramos las piernas.
Descubriendo las otras caras de América
El paisaje no ha variado demasiado desde esta mañana. Quizá hay más zonas arboladas entre los gigantescos campos de maíz y soja, junto a los silos y los graneros de las granjas que vamos dejando atrás. Descubrir esta América más rural resulta ser de lo más interesante. Alejada de rutas turísticas y de grandes ciudades, la vida se vive a otro ritmo en esta parte del país. Todo es más tranquilo y la gente vive sin tantas prisas.
Ya hemos atravesado la frontera estatal y nos encontramos en Minnesota. Cuanto más hacia el este vamos, más bonito se va volviendo el paisaje. Sigue siendo una zona cien por cien agrícola, con unas granjas muy bonitas y cuidadas. Los campos de cultivo se asientan en parcelas de un tamaño un poco más reducido, y hay más abundancia de zonas arboladas. Las ondulaciones en el terreno contribuyen a que el paisaje sea menos aburrido y un poco más variado.
Una ruta en dos etapas
Poco después de las tres y media de la tarde llegamos a Albert Lea. Tenemos reservada una habitación en un motel de la cadena Americas Best Value Inn. Aunque no es muy tarde y podríamos haber seguido conduciendo unas horas más, la decisión de hacer esta parada y de terminar lo que nos falta de camino al día siguiente nos parece de lo más acertada. A pesar de la hora que es, hemos salido de Badlands National Park antes de las seis de la mañana. Y tras 700 km al volante, lo único que nos apetece ahora es descansar. Ni siquiera nos acercamos al centro de Albert Lea: en esta ocasión el cansancio consigue imponerse sobre nuestra curiosidad viajera. Dedicamos el resto de la tarde a leer y darnos un baño en la piscina del motel.
Completamente relajados y tras una buena ducha, salimos a cenar. No nos complicamos demasiado la vida y optamos por un restaurante de la cadena Perkins que hay frente al motel, al otro lado de la carretera. A pesar de su cercanía, prácticamente nos tenemos que jugar la vida para cruzar y llegar hasta él. No hay semáforos ni pasos de peatones porque, como suele pasar en este país, todo está pensado para llegar en coche a los sitios. Tras una copiosa pero insulsa cena nos arriesgamos de nuevo a ser atropellados y volvemos al motel.
En ruta hacia la zona Amish de Minnesota
Por la mañana ponemos rumbo a los distintos pueblecitos que constituyen el corazón de la zona Amish del sureste de Minnesota. La verdad es que esta comunidad nos tiene bastante intrigados. Nos cuesta entender que haya gente que renuncie a todos los avances tecnológicos, incluso a algo tan básico como la electricidad, por motivos puramente religiosos.
Lanesboro: un pueblo que enamora
El primer pueblecito que paramos a visitar se llama Lanesboro. Es un pueblo encantador, con un centro histórico precioso con sus casitas de madera muy bien cuidadas y todo muy limpio y ordenado.
En toda esta zona hay mucha afición por el ciclismo y hay varios locales que alquilan bicicletas para hacer excursiones. Nosotros nos damos una vuelta por la calle principal, llena de tiendas con las fachadas pintadas de colores.
Después nos acercamos hasta el puente de la calle Coffee, el Iron Wagon Bridge. Es un bonito puente de acero construido en 1893 por la Chicago Bridge Company que cruza sobre el río Root.
Nos paramos a comprar un helado y un delicioso batido de caramelo en la pequeña tienda Another Time Ice Cream Parlor & Chocolates.
Los vamos disfrutando mientras seguimos paseando por Parkway Avenue hasta que nos topamos con otro puente de hierro por el que discurre el Root River State Trail. Es un sendero para recorrer a pie o en bicicleta que va resiguiendo el río Root.
Es sin duda una opción muy interesante en caso de disponer del tiempo suficiente. El paisaje es idílico, al igual que el pueblo, y nos llevamos un buen recuerdo de Lanesboro.
US-52: una carretera Amish
Seguimos nuestro camino por la carretera US-52. Allí encontramos unas señales de tráfico que nos avisan de que se trata de una carretera frecuentada por Amish, con sus buggies tirados por caballos. Al llegar al pueblo de Harmony, 22 km al sur de Lanesboro, es donde vemos a los primeros Amish, con sus carros, sus largas barbas y su característica vestimenta. Cada vez que nos cruzamos con alguno por la carretera, nos saluda de forma amistosa. Hemos leído que no les gusta que les hagan fotos, así que las pocas que nos atrevemos a hacer salen bastante mal, ya que las hacemos a escondidas.
Un paseo por Harmony
En Harmony damos un paseo por su calle principal y entramos a curiosear en una tienda que vende todo tipo de objetos elaborados por los Amish. Entre todos ellos destacan unos preciosos edredones hechos completamente a mano. Alzándose sobre los tejados de las casas y dominando el perfil del pueblo destaca un gran depósito de agua con el nombre de Harmony pintado con grandes letras rojas.
Desde Harmony parten algunos tours organizados que llevan a los turistas a visitar algunas granjas Amish de la zona. Ya sabéis lo que opinamos de estos viajes organizados, así que no contratamos ninguno. No obstante, cualquiera puede dar una vuelta en coche por las carreteras secundarias de la zona. En su ruta seguro que se encontrará con más de una granja Amish en la que comprar huevos, mermelada o cualquier otro producto casero.
Las granjas Amish son fácilmente identificables. Son aquellas en las que no hay ningún cable de electricidad a la vista, ni ningún vehículo a motor aparcado en la entrada. Suelen tener carteles escritos a mano en la entrada en los que se enumeran los productos que tienen a la venta. Y a veces tienen la colada tendida al sol, así que por su característico vestuario también podréis reconocerlas. En una de esas granjas nos cruzamos con unas niñas Amish que están jugando en el patio. Se paran a saludarnos agitando la mano y con unas enormes sonrisas en sus caras. Nosotros les devolvemos el saludo y no podemos evitar pensar que el hecho de llevar una vida tan sencilla y sin las enormes complicaciones del mundo moderno occidental seguramente tiene sus ventajas.
Rumbo a Wisconsin
Después de visitar Harmony damos una pequeña vuelta en coche por la zona. Visitamos otros pueblecitos de los alrededores, como Spring Grove o Caledonia, mientras nos dirigimos a la frontera con Wisconsin.
El límite entre Minnesota y Wisconsin lo marca el río Mississippi. Una buena forma de apreciar mejor su magnitud es hacer una breve parada en Pettibone Park. Este parque se localiza en la población de La Crosse, ya en Wisconsin. Se sitúa en una pequeña isla en mitad del río y cuenta con varias zonas de aparcamiento y un par de playas públicas.
Así que si os queréis dar un baño en el mítico río Mississippi, esta es vuestra ocasión. Nosotros nos conformamos con remojarnos los pies, para que no se diga. Pero lo cierto es que no nos parece que sus oscuras aguas inviten demasiado al baño.
Tras esta pequeña pausa nos ponemos de nuevo en marcha. Nuestro siguiente destino, al que llegaremos a media tarde, es Madison, la capital de Wisconsin. Pero sobre eso os contaremos más en nuestro próximo post.