De todos los barrios que componen Venecia, sin duda el más conocido por todos es el de San Marcos. Aquí están el Palacio Ducal y la Basílica de San Marcos, una auténtica joya bizantina y una visita absolutamente imprescindible. Pero San Marcos es mucho más. Sus callejuelas y sus canales esconden muchos rincones llenos de encanto. La única pega es la terrible masificación turística que sufre, que a veces impide disfrutar de este lugar como se merece.
Llegando a San Marcos en vaporetto
A San Marcos se puede llegar a pie desde cualquier otro punto de Venecia. Pero quizá la forma más impresionante de hacerlo sea en vaporetto. Una de las mañanas que pasamos en la ciudad decidimos tomar el vaporetto nº2, que recorre todo el Gran Canal, para poder admirarlo sin prisas. De esta experiencia os hablamos con más detenimiento en este otro post, pero ya os adelantamos que merece totalmente la pena.
A medida que el vaporetto se acerca a la Punta de la Dogana (de la cual ya os hablamos aquí) el Campanile empieza a despuntar por encima del resto de edificios. Y poco después tenemos ante nosotros el magnífico Palacio Ducal, con su bonita fachada de un delicado color rosado. El vaporetto se detiene frente a los Jardines Reales (que por desgracia nos encontramos en obras y no podemos visitar).
Vistas a la laguna desde la Piazzetta
Un corto paseo nos lleva directamente hasta la Piazzetta, la plaza que da a la laguna y que colinda con la más famosa plaza de San Marcos. Presidiendo la entrada a la Piazzetta se alzan dos columnas de granito, la de San Marcos y la de San Teodoro. La columna de San Marcos está coronada por el León Alado, símbolo de Venecia. La columna de San Teodoro, en cambio, está coronada por una estatua del santo del mismo nombre, que fue el primer patrón de Venecia.
Tras flanquear las columnas nos encontramos rodeados por los majestuosos edificios que componen uno de los conjuntos arquitectónicos más bonitos del mundo. A nuestra derecha tenemos el bellísimo Palacio Ducal, cuyo interior exploraremos más tarde. A la izquierda se levanta el Campanile, el campanario de la Basílica de San Marcos. Construido en ladrillo rojo, con sus 98 metros de altura constituye el punto más elevado de toda Venecia.
Uno de los campanarios más famosos del mundo
El Campanile que se contempla hoy en día es una fiel reproducción del original, que se derrumbó en el año 1902. Se puede subir en ascensor hasta el mirador que hay en la parte superior. El acceso cuesta 8€ por persona y según la época del año y la hora del día puede haber bastante cola para entrar.
Nosotros optamos por no subir y nos conformamos con contemplarlo desde abajo. A cambio subiremos al campanario de San Giorgio Maggiore, más barato y menos masificado, desde donde hay unas vistas absolutamente impresionantes de todo el conjunto de San Marcos.
La elegante Plaza de San Marcos
Dejamos atrás el Campanile y, ahora sí, se abre ante nosotros la Plaza de San Marcos. Esta plaza rectangular, rodeada de señoriales edificios, es muy elegante (aunque a nosotros nos parece un poco sosa, todo hay que decirlo).
Recorremos sin prisas la plaza, esquivando turistas y gente que da de comer a las palomas y que se hace fotos con ellas subidas a los brazos o la cabeza. Como no podía ser de otra manera al tratarse del lugar más famoso de Venecia, la Plaza de San Marcos está atestada de gente. Si queréis tener la más mínima posibilidad de disfrutar de la plaza sin gente, lo mejor es madrugar. Nosotros no lo hemos hecho y no nos queda más remedio que ir sorteando a la gente como podemos.
La Basílica de San Marcos: una joya bizantina
Desde el extremo más alejado de la plaza admiramos la impresionante fachada de la Basílica de San Marcos y el Campanile que se alza a su derecha.
Esta basílica es una absoluta maravilla, sin duda una de las más bonitas que hemos visto nunca tanto por dentro como por fuera. ¿Y sabéis lo mejor de todo?: el acceso es gratuito. Es algo de agradecer, porque el dinero vuela en Venecia. Eso sí, para acceder a determinadas parte de la basílica sí que hay que pagar, pero si solo queréis echar un vistazo general podréis hacerlo sin gastaros ni un euro.
Pasamos un buen rato admirando la fachada principal de la basílica. Es de estilo bizantino y sus cúpulas y mosaicos dorados le aportan ese aire exótico que es tan propio de la antigua Constantinopla, la bella Estambul.
En la terraza superior de la basílica, a la que subiremos más tarde, se encuentran las replicas de las estatuas de los cuatro caballos de bronce que fueron sustraídas del hipódromo de Constantinopla tras la victoria veneciana durante la Cuarta Cruzada.
Normas a tener en cuenta al visitar la Basílica
Antes de acceder al interior de la basílica hay que tener en cuenta un par de cosas. La primera es que son bastante estrictos con respecto a la vestimenta. Nada de camisetas de tirantes ni de pantalones o faldas demasiado cortos. Si no lo habéis tenido en cuenta no pasa nada, os pueden facilitar algo con lo que taparos o podéis comprar un pañuelo a alguno de los vendedores ambulantes que se pasean por la plaza.
La segunda cosa a tener en cuenta es que está prohibido entrar con mochila. Para ello se ofrece un servicio de consigna gratuito en la Piazzetta dei Leoncini (a la vuelta de la esquina de la basílica). Tenedlo en cuenta antes de poneros en la cola para entrar, ya que os tocaría volver a hacer cola al regresar de la consigna.
Por último, sabed que está prohibido hacer fotos en el interior de la basílica, aunque sean sin flash. Aunque nos parece una norma absurda (ya que una foto sin flash no daña de ninguna manera el patrimonio) es mejor seguirla a rajatabla, porque los vigilantes están ojo avizor ante cualquier incumplimiento de la normativa.
La Pala d’Oro: una obra maestra de la orfebrería
De todas formas, una vez entréis dentro os olvidaréis de la cámara de fotos. La Basílica de San Marcos es tan impresionante que apenas apartaréis la vista de sus cúpulas doradas y de los mosaicos que decoran el suelo. Como hemos comentado antes, para visitar algunos rincones de la basílica sí que hay que pagar. En el caso de la Pala d’Oro el precio es de 2€ por persona y desde nuestro punto de vista merece la pena pagarlos.
La Pala d’Oro, situada detrás del altar mayor, es una obra de orfebrería en forma de retablo que os dejará boquiabiertos. Está hecha de oro y decorada con piedras preciosas como esmeraldas, rubíes y zafiros. Es sin duda espectacular contemplar cómo refulgen bajo la tenue iluminación.
Loggia dei Cavalli: una terraza con vistas a la Plaza de San Marcos
También hay que pagar para acceder a la Loggia dei Cavalli y al museo. Cuesta 5€ por persona pero las vistas que hay desde la terraza superior bien merecen ese gasto. En el museo podréis admirar las estatuas originales de los cuatro caballos, ya que las que se exponen en el exterior son réplicas. Desde la Loggia dei Cavalli disfrutaréis de unas vistas estupendas tanto de la Plaza de San Marcos como del Campanile.
Uno de los edificios que más nos llama la atención es la Torre dell’Orologio. El reloj, además de dar la hora, también muestra el momento astrológico en el que nos encontramos mediante los 12 signos del zodiaco. El León Alado, también llamado León de San Marcos, es la figura más destacada de la Torre dell’Orologio, junto con las dos figuras que se encargan de tocar la campana cada hora.
Tras dar una vuelta más por el interior de la Basílica de San Marcos damos por finalizada la visita. No hace falta que volvamos a insistir sobre lo mucho que nos ha gustado. Sin duda este nos parece el lugar imprescindible que visitar durante un viaje a Venecia. No os decepcionará.
Visitando el Palacio Ducal
Después de visitar la basílica nos encaminamos hacia el contiguo Palacio Ducal. Lo primero es ir a la taquilla a comprar nuestras entradas. Se pueden adquirir a través de su página web oficial, pero nosotros hemos preferido comprarlas sobre la marcha. Afortunadamente no encontramos nada de cola, aunque no siempre se tiene tanta suerte. El precio es de 20€ por persona. Es un poco caro pero permite acceder también al Museo Correr, al Museo Arqueológico Nacional y a la Sala Monumental de la Biblioteca Nacional Marciana.
Ya antes de comprar las entradas nos avisan que los aposentos del Dux están cerrados al público en estos momentos. Aún así decidimos seguir adelante con la visita, ya que lo que más nos interesa ver son los calabozos. Por cierto, también se organizan visitas guiadas que permiten acceder a lugares que el resto de visitantes no pueden ver. En la web tenéis toda la información. A pesar de ser una opción de lo más interesante, nosotros optamos por hacer la visita por nuestra propia cuenta.
El interior del palacio, como era de esperar, es ostentoso hasta decir basta. Suntuosos salones como la Sala del Senato o la Sala del Maggior Consiglio albergan importantes obras de arte de autores de la talla de Tintoretto o Tiziano.
Los escalofriantes calabozos del palacio
Tras todo este derroche de lujo nos dirigimos a las mazmorras del palacio. Para llegar allí hay que atravesar el célebre Puente de los Suspiros. Su evocador nombre tiene un origen más siniestro de lo que sugiere, ya que hace referencia a los suspiros de los reos al contemplar por ultima vez la laguna veneciana antes de acabar sus días en una horrible celda.
Bajar a los calabozos es una experiencia muy interesante, aunque en algunos momentos puede llegar a ser un poco claustrofóbica y agobiante. Algunas de las celdas están completamente a oscuras y no podemos evitar que se nos pongan los pelos de punta al imaginarnos encerrados allí dentro.
Terminamos nuestro recorrido paseando por el patio interior y admirando la bonita Scala dei Giganti. Abandonamos el palacio por la Porta della Carta, la que antiguamente se usaba como entrada principal.
Un paseo por los mejores rincones del barrio de San Marcos
Aunque ya hemos visitado algunos de los principales puntos de interés de San Marcos, todavía nos queda mucho por ver en este barrio de Venecia. Nos perdemos un rato por sus estrechas calles, repletas de tiendas caras y de gente. Cuando llega la hora de comer elegimos un restaurante cualquiera de entre la variada oferta. A pesar de estar en la zona más turística de la ciudad, comemos bastante bien y a un precio razonable.
Elegimos un restaurante llamado Tavernetta San Maurizio, a dos pasos del Campo San Maurizio. El menú turístico (13€ por persona) permite elegir dos platos de los disponibles en la carta e incluye el postre del día, el pan y el cubierto. Contando la bebida, en total pagamos 30,50€. Tanto la lasaña como los spaghetti a la carbonara que tomamos como plato principal están muy buenos, así que salimos satisfechos del restaurante.
Scala Contarini del Bovolo: una bonita escalera de caracol
Con la barriga llena seguimos nuestro paseo por San Marcos. Vamos en busca de la Scala Contarini del Bovolo. Esta famosa escalera de caracol está bastante escondida y nos cuesta un poco encontrarla, pero el esfuerzo merece la pena sin duda. Se encuentra en la parte trasera del Palazzo Contarini del Bovolo y es una auténtica preciosidad.
La Fenice: el teatro que resurgió de sus cenizas
La siguiente parada la hacemos en el mítico Teatro La Fenice, uno de los teatros de ópera más importantes del mundo. Aunque data de 1792, el edificio actual es una nueva construcción fiel al diseño original, ya que en 1996 quedó completamente destruido a causa de un incendio provocado. No era tampoco la primera vez que ardía, pero esperemos que sea la última.
El teatro ofrece visitas guiadas para todo aquel que quiera contemplar su interior. También existe la opción de asistir a una de las óperas que se representan allí. En cualquiera de los dos casos podéis consultar su página web oficial para obtener más información. Nosotros nos conformamos con echar un vistazo al impresionante vestíbulo y con entrar a la tienda de regalos, desde donde también se pueden ver parcialmente la elegante escalinata principal y las impresionantes lámparas de araña.
Descansando en Campo Sant’Angelo
Como nos apetece descansar un poco nos acercamos hasta Campo Sant’Angelo (también llamado Campo Sant’Anzolo), que está allí al lado. Por el camino compramos una botella de Bellini que no dudamos en tomarnos en esta bonita plaza. No nos queremos marchar de Venecia sin probar este famoso cóctel. Es una mezcla de prosecco y zumo de melocotón, dulce y suave, que se inventó en un bar cercano a la Plaza de San Marcos. Se trata del famoso Harry’s Bar, inaugurado en 1931.
Este histórico local se convirtió enseguida en lugar de reunión de la élite intelectual y social que se encontraba de visita en la ciudad. La lista de famosos que se han tomado algo en Harry’s Bar es interminable y hoy en día sigue atrayendo a multitud de ilustres visitantes. Eso sí, si optáis por tomaros algo allí ya podéis ir preparando la cartera. Los precios son escandalosamente caros. Para que os hagáis una idea: un Bellini en un bar cualquiera ronda los 6€, mientras que en Harry’s Bar cuesta unos 16€.
Un cóctel en la plaza
En vista de los precios, nosotros preferimos pagar 3€ por una botella de Bellini en una tienda cualquiera. Seguro que no está tan bueno como uno recién preparado, pero tampoco somos unos sibaritas y lo disfrutamos igualmente.
Campo Sant’Angelo ocupa un lugar bastante céntrico en San Marcos y está rodeada por bonitos palacios y edificios. Uno de los que más nos llama la atención es el diminuto Oratorio dell’Annunziata.
Desde aquí podemos apreciar el campanario de la cercana iglesia de Santo Stefano, que está muy inclinado. Aprovechamos para visitar el interior de la iglesia, que es gratis y muy bonita.
Después paseamos sin prisas por Campo Santo Stefano, por cuyo extremo sur se llega al Puente de la Academia. Quizá sea por su proximidad al puente, pero esta plaza está muy concurrida y se celebran en ella numerosas exposiciones, muchas de las cuales están relacionadas con la 57ª Bienal de Venecia.
Imago Mundi: un interesante proyecto artístico
Una de las más interesantes es la de Imago Mundi, que nos gusta tantísimo que una vez en casa nos dedicamos a investigar más al respecto. En palabras de Luciano Benetton, artífice del proyecto, Imago Mundi es «un proyecto cultural, democrático y global que mira hacia las nuevas fronteras del arte en nombre de la coexistencia de la diversidad expresiva«. Si el apellido de este señor os resulta familiar es porque se trata de uno de los fundadores (junto con sus hermanos) de la marca de ropa italiana Benetton. Dejando de lado lo que podamos opinar sobre sus prácticas empresariales, hay que reconocer que este proyecto es de lo más interesante.
A lo largo de todo el mundo, artistas emergentes de distintos países han plasmado su visión sobre el entorno que los rodea, para dar a conocer las distintas realidades del mundo a través del arte. La lista de países participantes no tiene fin y abarca todos los continentes, lo que permite echar un vistazo a la realidad artística de lugares tan olvidados por el mundo de la cultura y el arte como Burkina Faso, Armenia, Mongolia, Yemen, Rumanía, Haití, Perú o Papúa Nueva Guinea, por nombrar algunos.
Creatividad con tamaño limitado
La única restricción que se impone a los participantes es el tamaño de la obra: debe caber en un pequeño lienzo de 10×12 centímetros. Se permite el empleo de cualquier técnica y cada cual aporta su estilo único y personal. Se incluyen óleos, dibujos, fotografías, esculturas, tapices… pero limitados a ese tamaño. Las obras se exponen de manera itinerante por todo el mundo y nosotros tenemos la gran suerte de haber visitado esta en Venecia.
En concreto, la que vemos se titula «Great and North» y muestra 759 obras de artistas canadienses, Inuit e indígenas de Norteamérica. En la página web de Imago Mundi hay mucha más información y se pueden ver absolutamente todas las obras creadas, que también se publican en libros con una edición muy cuidada. Os animamos a echarle un vistazo porque es realmente interesante y nos parece un gran proyecto cultural y artístico.
Dentro del Palazzo Cavalli-Franchetti
Antes de abandonar San Marcos aún tenemos tiempo de entrar a echar un vistazo al interior del Palazzo Cavalli-Franchetti, sede del Instituto Veneto di Scienze Lettere ed Arti. Lo que visitamos es una exposición relacionada con la Bienal de Venecia llamada «Archaic«, en el Pabellón de Irak. Pero lo realmente interesante es el palacio en sí mismo. La escalera de acceso es impresionante y la sala donde tiene lugar la exposición (donde no nos permiten hacer fotos) es una auténtica maravilla recubierta de madera noble y con unas vistas fantásticas al Puente de la Academia y el Gran Canal. Si tenéis ocasión, no dejéis de entrar. Merece totalmente la pena.
Regresamos a la calle dispuestos a poner fin a nuestro recorrido por San Marcos. Terminamos de recorrer sus bonitas calles, dando algunos rodeos, regresando sobre nuestros pasos y perdiéndonos un poco. Sin querer nos topamos con una famosa tienda de telas. Se trata de la mítica Bevilacqua, que tiene una de sus tiendas en un rincón del Campiello Traghetto. En Bevilacqua siguen tejiendo de forma artesanal sus valiosas telas (terciopelos, damascos, brocados…), que no son baratas pero son una auténtica maravilla.
Cruzando el Gran Canal a bordo del traghetto
Ahora sí que decidimos poner rumbo al hotel para descansar un poco antes de la cena, que consistirá en un par de pizzas que compraremos en Pizza al Volo. De esta pizzería situada en Campo Santa Margherita ya os hemos hablado antes. Sus deliciosas y baratísimas pizzas hacen que sea un buen recurso para nuestras cenas, ya que encima nos pilla cerca de nuestro alojamiento.
Como estamos bastante cansados después de tanto caminar, decidimos acortar un poco el trayecto cogiendo el traghetto para cruzar a la otra orilla del Gran Canal. Elegimos el Traghetto di San Tomà. Por 2€ por persona nos permite experimentar brevemente lo que se siente al montarse en una góndola.
Sin duda hoy hemos disfrutado de un día de lo más intenso y agotador en San Marcos que ha merecido completamente la pena. A pesar de haber una mayor afluencia de turistas que en otras zonas de Venecia, no ha sido tan agobiante como nos temíamos. Hemos pasado un gran día conociendo los monumentos más famosos de la ciudad. Todavía nos queda mucho más por explorar, pero Venecia se saborea mejor despacio y sin prisas.
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