Tras la primera toma de contacto con la ciudad de Chicago que supuso el día de ayer, nos disponemos a disfrutar de nuestro último día completo en Estados Unidos. Mañana volvemos ya a casa, poniendo así punto final a nuestro viaje por el norte de Estados Unidos. Con las pilas recargadas tras una noche de descanso, salimos a la calle con ganas de exprimir al máximo el tiempo que nos queda en Chicago. Hoy vamos a recorrer la parte de la ciudad conocida como The Loop. El día anterior nos centramos en North Side, la zona situada al norte del Chicago River. El Loop, sin embargo, se sitúa justo al sur.
Descubriendo The Loop
El Loop es el centro financiero de la ciudad, situado en pleno Downtown de Chicago. Aquí se concentran buena parte de los rascacielos que hacen tan reconocible el skyline de la ciudad, como la famosa Willis Tower. También es aquí donde se puede disfrutar de la mejor oferta cultural de Chicago. Y cuando uno se cansa de tanto rascacielos, nada mejor que disfrutar de sus mejores parques con unas vistas inmejorables al lago Michigan.
Otra de las señas de identidad en el Loop es el famoso metro elevado de Chicago, conocido simplemente como «L«. Aunque discurre también por otras partes de la ciudad, es en el Loop donde más destaca y llama la atención el entramado de vías que se alzan sobre el nivel de las calles. El ruidoso metro pronto pasa a convertirse en un elemento más del paisaje urbano, creando un bonito contraste con los edificios por entre los que serpentea.
Os mostramos en este mapa los distintos lugares que visitamos en el Loop, en el orden en que los vimos. A continuación os contamos más sobre cada uno de ellos.
1. Chicago Board of Trade: el Wall Street de Chicago
Nuestro paseo empieza yendo hacia el sur por LaSalle Street. Nos vamos adentrando poco a poco en el corazón de The Loop. Hoy es sábado y sólo son las ocho de la mañana, así que las calles están muy tranquilas. Hay poco tráfico y muy poca gente paseando.
Nuestro objetivo es empezar el día con un buen desayuno en un lugar mítico de la ciudad: Lou Mitchell’s. Pero de camino hacia allí no queremos dejar de explorar un poco esta parte de la ciudad. El traqueteo inconfundible del metro nos acompaña durante todo nuestro recorrido. No nos cansamos de fotografiarlo: es de lo más fotogénico.
Cuando llegamos a la esquina de LaSalle Street y Jackson Boulevard nos topamos de frente con el edificio del Chicago Board of Trade. Quizá es esta esquina de Chicago la que más nos recuerda a la zona de Wall Street de Nueva York.
Y no solo a nivel arquitectónico, sino también por su función como centro de las finanzas de Chicago al ser el edificio de la bolsa de valores. Aunque hoy está todo realmente tranquilo, seguramente los días laborables esta zona debe de estar llena de gente trajeada y con maletín yendo arriba y abajo con prisas.
El edificio, que data de 1930 y durante muchos años fue el rascacielos más alto de la ciudad, es de estilo art decó. Lo más llamativo son las esculturas que decoran su fachada, así como la estatua de la diosa de la agricultura, Ceres, que lo corona.
El Chicago Board of Trade no es la única joya arquitectónica de esta parte de la ciudad. Hay muchas más repartidas por las calles de The Loop. Sin ir más lejos, casi al lado, está The Rookery. Es un edificio espectacular, que data de 1888 y está considerado el rascacielos más antiguo de Chicago. No sólo eso: el vestíbulo del edificio fue remodelado por Frank Lloyd Wright en 1905. Todo un privilegio, sin duda.
2. Lou Mitchell’s: el mejor desayuno de Chicago
Tras este pequeño tour por el Loop, nos dirigimos hacia Lou Mitchell’s, el mítico restaurante de Chicago situado en 565 W Jackson Blvd. Este sitio es tan representativo de la ciudad, que se dice que si no has comido en Lou Mitchell’s es que no has estado en Chicago. Su fama se debe en parte a la mítica Ruta 66, ya que está considerado el punto de inicio de esta larga ruta por carretera, al detenerse aquí todos los viajeros para desayunar antes de emprender su camino. Durante nuestro anterior road trip por la costa oeste de estados Unidos llegamos hasta Santa Monica, el punto final de la ruta. Ahora estamos en el punto inicial. Quién sabe, igual dentro de unos años nos animamos a hacer el recorrido completo.
Cuando llegamos ya son las 9:30 y descubrimos que hay un poco de cola para conseguir mesa. Por suerte la espera no es muy larga y enseguida tomamos asiento. Lo primero que nos encontramos en la mesa es una cajita de Milk Duds de regalo. Por lo visto es una tradición del local, que también tiene la peculiar costumbre de servir como acompañamiento un platillo con una ciruela y un gajo de naranja.
Un desayuno bestial
El servicio del restaurante es impecable y nos atienden rápida y eficazmente. Se notan los años de experiencia. Para desayunar tomamos algo dulce y algo salado: pedimos un plato de tortitas y un plato de corned beef hash.
El corned beef hash es carne de ternera en salmuera picada junto con patata y cebolla, que aquí sirven acompañada de una descomunal cantidad de patatas en finas rodajas y una tortilla de proporciones gigantescas. Por si ese plato enorme fuera poco, viene con dos gruesas rebanadas de pan tostado cuyo tamaño ya asusta por sí solo.
La cantidad de comida es bestial pero está todo delicioso. La tortilla es la mejor que hemos probado nunca, muy esponjosa y tierna aunque perfectamente hecha. Dejando el plato medio lleno, nos vamos a seguir con nuestro recorrido del día, aunque estamos tan llenos que apenas tenemos fuerzas ni para caminar.
3. Pasajeros al tren: una visita a Union Station
Casi enfrente de Lou Mitchell’s nos topamos con Union Station. La estación de tren, que data de 1925 y es de estilo Beaux Arts, cuenta con un enorme atrio central. Fue diseñada por el arquitecto Daniel Burnham, artífice de otras obras maestras como el Flatiron de Nueva York.
Union Station es la tercera estación de tren más concurrida de Estados Unidos. Sólo la superan Grand Central Terminal y Penn Station, ambas en Nueva York. Nosotros nos sentamos un rato a contemplar el ir y venir de la gente, aunque a esta hora no hay mucho movimiento.
Quizá el rincón más famoso de la estación son sus escaleras, que sirvieron de escenario durante el rodaje de la película Los intocables de Eliot Ness. Aquí se filmó la famosa escena en la que el carrito de bebé rueda escaleras abajo mientras Kevin Costner acribilla a tiros a los hombres de Al Capone. Y es que es imposible desligar la figura del famoso gangster de la ciudad de Chicago. La ciudad dejó atrás la Ley Seca en 1933, pero no sin que la fabricación clandestina de alcohol y el surgimiento de bandas de criminales como la de Al Capone le pasaran factura.
4. Willis Tower: un gigante en Chicago
Ha llegado el momento de acercarnos al rascacielos más famoso de Chicago: la Willis Tower. Quizá a algunos os resulte más familiar su antiguo nombre: Sears Tower. El edificio se llamó así ya que fue la empresa Sears la que ordenó su construcción: querían tener a sus miles de empleados en un mismo edificio, en vez de repartidos por cientos de oficinas. Más adelante vendieron la torre pero mantuvieron los derechos sobre su nombre. Cuando el grupo Willis alquiló una parte del edificio, también obtuvo los derechos sobre el nombre. Se renombró oficialmente como Willis Tower en 2009, aunque muchos aún sigan pensando en ella como la torre Sears.
Con sus 110 plantas y sus 443 metros de altura (sin contar las antenas, ya que entonces alcanza los 520 metros), este gigante de acero y cristal se construyó en 1973. Hasta 1998 fue el edificio más alto del mundo. Incluso habiendo sido desbancado por otros rascacielos de más reciente construcción, sigue siendo el octavo más alto en el ranking mundial. La verdad es que impresiona muchísimo contemplarlo desde abajo. Al levantar la vista hacia arriba y ver esa mole que parece alzarse hasta el infinito, uno se siente realmente diminuto.
Skydeck: un mirador magnífico en las alturas
En la planta 103 de la Willis Tower hay un mirador abierto al público que se llama Skydeck. A 413 metros de altura, ofrece unas vistas panorámicas de 360 grados que no admiten rival en la ciudad de Chicago.
Hacemos un poco de cola para comprar las entradas en la taquilla, pero avanza muy deprisa. Nos cuestan 38 dólares (19 dólares por persona), aunque actualmente han subido un poco las tarifas y ya cuestan 23 dólares. En la página web oficial os informan sobre los precios, las distintas modalidades de entradas que hay y los horarios de la torre. Nosotros hicimos la visita a media mañana, pero seguro que las vistas nocturnas de Chicago hacen que merezca la pena subir por la noche. Que sepáis que existe la opción de hacer una doble visita (por el día y por la noche) pagando tan solo un poco más. Consultadlo en la web, pero sin duda parece una opción muy interesante.
Tras un breve vídeo a modo de introducción, subimos finalmente al ascensor que nos lleva hasta el mirador. Cuando salimos, lo primero que nos sorprende es la enorme cantidad de gente que hay ahí arriba. Y lo segundo que notamos es que hay una capa de niebla que cubre gran parte de la ciudad, impidiéndonos tener una vista completamente despejada. Pero no nos importa, porque los jirones de niebla que envuelven los rascacielos le dan un aire especial a la ciudad.
The Ledge: una experiencia límite
Tras tomar fotos desde todos los ángulos posibles, nos preparamos para la que sin duda es la experiencia estrella de la Willis Tower: asomarnos a The Ledge. Ahí sí que tenemos que hacer cola, ya que es donde se agolpa toda la gente que sube hasta el Skydeck.
The Ledge consiste en una serie de cajas de cristal que sobresalen del edificio y cuelgan sobre el vacío. Son completamente transparentes y uno tiene la sensación de estar flotando a 103 pisos de altura. Sin duda es algo sólo apto para gente sin vértigo. Pero si tenéis miedo a las alturas (como la que escribe estas líneas) igual no sois capaces ni de asomaros.
Tras hacer un buen rato de cola, porque todo el mundo quiere tomarse su tiempo sacando fotos e inmortalizando la experiencia, por fin llega nuestro turno. Sólo César se atreve con The Ledge, e incluso se hace algún que otro selfie. Pero a nuestro alrededor vemos a otras personas que tampoco se atreven. Algunos incluso se agarran con fuerza del borde de la pared antes de mirar abajo.
5. Chicago Art Institute: Arte en mayúsculas
Tras esta experiencia tan intensa optamos por hacer algo un poco más relajado. Y nada mejor que acercarnos a uno de los mejores museos de arte en los que hemos estado: el Chicago Art Institute. Para llegar hasta allí vamos callejeando sin prisas, entrando en algunas tiendas y mirando escaparates. A estas horas la ciudad está ya muy animada, aunque sin llegar a ser bulliciosa. Chicago es una ciudad muy agradable para pasear, no resulta tan agobiante como a veces puede llegar a ser Nueva York.
De camino hacia el museo nos encontramos con esta escultura de Alexander Calder, llamada Flamingo. Se encuentra en Federal Plaza, en la esquina de las calles Adams y Dearborn.
El museo está muy bien situado, en 111 S Michigan Avenue. Las entradas, que compramos en las taquillas, nos cuestan 46 dólares (23 dólares por persona). Actualmente son un poco más caras: 25 dólares por persona. En la página web del museo podéis encontrar toda la información sobre los precios y horarios, además de información sobre las distintas exposiciones temporales que van cambiando cada cierto tiempo. Durante nuestra visita había una muy interesante sobre Henri Matisse que no nos quisimos perder.
El gran dilema: cuando hay que descartar cosas por falta de tiempo
A nosotros nos gusta el arte, especialmente el moderno, y casi siempre aprovechamos nuestros viajes para visitar algunos museos. A cambio, a veces debemos renunciar a conocer otros lugares más populares porque nos quedamos sin tiempo. En Chicago nos sucede lo mismo, y nos toca priorizar en función de nuestros intereses. Lo que sacrificamos es la visita al Navy Pier. Tampoco es que nos suponga un gran sacrificio, porque no creemos que las atracciones que ofrece se ajusten demasiado a nuestros gustos. Sin embargo, a otros viajeros les pasará justo al contrario.
Por cierto, Chicago tiene una oferta amplísima en cuanto a museos se refiere. Nosotros elegimos el Chicago Art Institute porque queríamos ver algunos cuadros en concreto. El que no visitamos fue el Museum of Contemporary Art: sólo podíamos elegir uno. Pero hay muchos otros entre los que elegir, de temáticas muy variadas. Algunos son perfectos si viajáis con niños pequeños, como el Chicago Children’s Museum. Los museos más destacables de la ciudad son el Field Museum, el Adler Planetarium y el Museum of Science and Industry. También os queremos mencionar el Shedd Aquarium, que aunque no es un museo sí que está considerado uno de los mejores acuarios del mundo. Un museo que nos parece de lo más interesante y que nos hubiera gustado visitar es el International Museum of Surgical Science. Como veis, hay muchos entre los que elegir.
Obras de renombre mundial
La colección del Chicago Art Institute incluye obras de los mejores artistas, tanto americanos como extranjeros. La lista es interminable: Georgia O’Keeffe, Edward Hopper, Juan Gris, Picasso, Dalí, Miró, Kandinsky, Mondrian, Munch, Klee, Diego Rivera, Matisse, Seurat, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Monet, Cézanne o Chagall, entre muchos otros.
Mientras vamos pasando de sala en sala nos damos cuenta de que en el exterior ha empezado a llover a mares. Al pasar frente a unos grandes ventanales desde los que hay unas vistas estupendas a la ciudad, nos sorprenden los rayos y los truenos de la tremenda tormenta que cae sobre Chicago.
No se nos ocurre un lugar mejor para resguardarnos de la lluvia que el museo, así que seguimos admirando sus obras durante un buen rato antes de dar por finalizada nuestra visita.
6. Un sandwich delicioso en Al’s Beef
Al salir del museo miramos el reloj y nos damos cuenta de que son casi las cinco de la tarde y aún no hemos comido. Ha sido tan bestial el desayuno en Lou Mitchell’s que no hemos tenido hambre hasta ahora. No se nos ocurre un sitio mejor para ir a comer que Al’s Beef. Nos acercamos hasta el local que tienen en 234 S Wabash Avenue. Está a tan solo una manzana del museo y a estas horas está completamente vacío.
Ya habíamos oído hablar de los míticos bocadillos de Al’s Beef. El mismísimo Adam Richman comió allí en su programa Crónicas carnívoras. Así que ni cortos ni perezosos nos pedimos su bocadillo estrella, el Italian Beef Sandwich.
Desde luego el sandwich está delicioso. Es de ternera, que está buenísima, y va acompañado de queso y pimiento verde. Para rematar, le añaden un poco más del jugo en el que se hace la ternera, para que se empape bien el pan. Una auténtica maravilla.
7. Buckingham Fountain: una bonita fuente en Grant Park
Después de comer (o de merendar, en vista de la hora que es) aprovechamos que ha dejado de llover para dar un paseo por Grant Park. Desde allí hay unas bonitas vistas de la ciudad. El centro del parque lo ocupa la enorme Buckingham Fountain, una de las más grandes del mundo.
Kate Buckingham, una gran mecenas cultural, donó la fuente a la ciudad de Chicago en 1927 en honor a su hermano Clarence. De hecho, su nombre completo es Clarence Buckingham Memorial Fountain. Durante el verano, cada hora en punto hay un pequeño espectáculo con los chorros de agua. En ese momento el chorro central llega a alcanzar una altura de 45 metros. Nuestra visita no coincidió con ese momento, así que nos lo perdimos. Pero seguro que merece la pena verlo.
La fuente, de mármol rosa y con esculturas de bronce, es de estilo rococó. Su diseño representa, en teoría, al lago Michigan. Y las cuatro estatuas de caballos simbolizan los cuatro estados que hay a su alrededor: Illinois, Michigan, Wisconsin e Indiana.
8. Un paseo por Millennium Park
La esquina noroeste de Grant Park está ocupada por el célebre Millennium Park. Renovado en 2004, este parque es una de las visitas imprescindibles en Chicago. Pasear por allí es un auténtico placer y, además, allí es donde está una de las atracciones estrella de la ciudad.
Jay Pritzker Pavilion
Los amantes de la arquitectura no pueden perderse el Jay Pritzker Pavilion. Fue diseñado por Frank Gerhy y su cubierta de acero inoxidable ondulado lleva su sello de identidad. En este pabellón se celebran conciertos y otras actividades culturales, algunas de pago y otras gratuitas. En la página web se puede consultar el calendario de actividades.
Cloud Gate
Justo al lado del Jay Pritzker Pavilion se encuentra la escultura de Anish Kapoor que se ha convertido en una de las imágenes más representativas de Chicago: la Cloud Gate. Sin duda a nosotros nos encanta y nos parece una de las mejores cosas que ver en la ciudad.
La escultura recibe el apodo cariñoso «The Bean» por su forma parecida a una alubia. A nosotros nos parece realmente asombrosa. Parece que esté hecha de una única pieza porque no se notan nada las juntas entre las diversas placas de acero inoxidable que la forman. En su superficie pulida se reflejan el cielo y las nubes, y también todos los edificios colindantes.
También aparecemos nosotros reflejados y distorsionados por la curvatura de la escultura. Pasamos allí un buen rato, entretenidos y sacando fotos desde distintos ángulos. Es un lugar muy concurrido y todo el mundo se divierte jugando con sus reflejos en el metal.
Crown Fountain
Dejamos atrás esta escultura y nos vamos a otro rincón muy popular de Millennium Park: la Crown Fountain. Obra del catalán Jaume Plensa, esta fuente nos parece de lo más ingeniosa… ¡y refrescante!
De camino hacia allí ya nos encontramos con otras obras de Plensa. Son enormes bustos de mujer que parece que van cambiando según el ángulo desde el que se contemplan. Su obra nos parece magnífica y nos sirve de anticipo para cuando llegamos a la Crown Fountain. Nunca hemos visto una fuente tan peculiar como esta y debemos reconocer que nos encanta.
Esta formada por dos grandes torres de 16 metros de altura hechas con bloques de cristal. Entre ellas se extiende una superficie de granito negro cubierta por una fina capa de agua. Allí los niños (y no tan niños) se lo pasan pipa salpicándose mientra corren y se deslizan.
El agua cae constantemente por los laterales de las dos torres a modo de cascada. En su parte frontal aparecen las caras de ciudadanos anónimos de Chicago gracias al uso de bombillas LED. Cada poco rato un gran chorro de agua sale proyectado desde la boca de esas caras. Es entonces cuando se desata el furor y todos corren a remojarse.
En la mayoría de fuentes públicas de todas partes del mundo está prohibido bañarse. Sin embargo, aquí está totalmente permitido y, de hecho, se incentiva que la gente interactúe con ella. A pesar de que ha estado lloviendo buena parte del día, la mayoría de niños llevan sus bañadores y no renuncian a divertirse con el agua.
9. Chicago Theatre
Tras disfrutar viendo como la gente lo pasa en grande en la fuente, nosotros nos vamos a terminar nuestra visita a The Loop. En 175 N State Street se encuentra el famoso Chicago Theatre. La imagen de su marquesina, con sus decenas de bombillas centelleantes, es una de las más conocidas de la ciudad. El Chicago Theatre está en el corazón del llamado Theatre District. En unas pocas manzanas se concentran la mayoría de los teatros antiguos y con más historia de la ciudad. Sin embargo, el Chicago Theatre, que data de 1921, es el más antiguo que se conserva en pie.
Su famosa marquesina de color rojo y amarillo con sus decenas de centelleantes bombillas llaman mucho la atención. El edificio en su conjunto es muy bonito, con una fachada en estilo Beaux Arts muy ornamentada. Sin embargo, su marquesina es lo más bonito de todo. Por cierto, se puede hacer un tour por el interior del teatro que os mostrará todos sus entresijos. En la página web tenéis toda la información.
Con esta visita a la última atracción de The Loop, ponemos punto final a nuestro paso por Chicago… ¿o no?
10. Un par de sorpresas extra
Si bien la tarde anterior dimos por finalizada nuestra visita a Chicago, aún nos queda esta mañana para hacer alguna cosa más. El avión de vuelta a casa nos espera en el O’Hare International Airport y no sale hasta la tarde. Así que vamos a aprovechar el recorrido hasta allí para hacer un par de visitas más.
Una visita fallida a Wrigley Field
La primera es el famoso estadio de béisbol Wrigley Field. Allí juegan los Chicago Cubs desde 1916, uno de cuyos jugadores más famosos fue Babe Ruth. El estadio está en Lakeview, al norte de la ciudad, en el número 1060 de West Addison Street. Se puede llegar en metro (con la Red Line) o en coche.
No es que nosotros seamos particularmente aficionados al béisbol. De hecho, nunca hemos visto un partido ni terminamos de verle la gracia a este deporte en particular. Pero el estadio nos parece muy bonito y queremos verlo por fuera aunque solo sea un momento.
Con lo que no contábamos era con que un domingo al mediodía habría un partido. La zona está atestada de coches y de gente. La policía está regulando el tráfico y es absolutamente imposible aparcar en los alrededores. Así que nos conformamos con ver el estadio mientras pasamos por delante con el coche, sin poder sacar ni una triste foto.
Un perrito caliente en Superdawg
Pero bueno, este primer fiasco mañanero no tiene importancia. Porque lo que realmente nos interesa es parar a comernos un hot dog en Superdawg. Este famoso restaurante está considerado, junto a Portillo’s, de los mejores de Chicago. De los hot dogs de Portillo’s ya os hablamos en el primer post sobre Chicago. Ahora nos toca probar los de Superdawg.
Es un restaurante drive-in, de esos en los que aparcas y pides la comida desde el propio coche. Como no nos apetece comer dentro del coche, optamos por ir a pedir la comida a la ventanilla y nos la tomamos en una mesa de picnic que hay en el patio exterior. Sus hot dogs al estilo Chicago están muy buenos… pero los de Portillo’s son mejores.
Ahora sí que sí: esta es nuestra despedida de Chicago. Nos vamos al aeropuerto, donde devolvemos el coche de alquiler. El rato que falta antes de que salga nuestro vuelo lo pasamos en el aeropuerto, poniendo al día nuestros cuadernos de viaje y haciendo balance de este viaje. Ha sido sin duda una de las mejores experiencias viajeras de nuestra vida. Como nos ha pasado con todos nuestros viajes a Estados Unidos, nos marchamos sabiendo que no va a ser nuestra última visita a este país. Todavía nos queda mucho por descubrir, muchos paisajes por ver y mucha gente a la que conocer. Nos despedimos con un hasta pronto, no con un adiós.