Camaret-sur-Mer se encuentra situada en el extremo final de la península de Crozon, muy cerca de la Pointe de Pen-Hir. Si queréis explorar esta península, con sus playas escondidas y sus vertiginosos acantilados, Camaret-sur-Mer no debería faltar en la lista de lugares que visitar. Nuestra opinión es que si no disponéis del tiempo suficiente y no es vuestra primera vez en un lugar con una costa agreste como esta, entonces puede ser una visita prescindible.
Camaret-sur-Mer: una posición estratégica y muchos siglos de historia
Este agradable puerto pesquero, fundado en el siglo IV, conserva importantes vestigios megalíticos en las alineaciones de Lagatjar. Sin ser tan importantes ni conocidos como los de Carnac, estos megalitos muestran que alrededor del año 2500 aC Camaret-sur-Mer fue un importante centro religioso.
Más importante aún demostró ser en cuanto a punto defensivo contra ataques navales gracias a su posición estratégica. Situada en la zona de paso obligada para cualquier embarcación que se dirija al cercano puerto de Brest, ya en el siglo XVII quedó patente la necesidad de fortificar este tramo de costa ante posibles ataques enemigos. Vauban, el ingeniero militar por excelencia, fue el encargado de tal misión. Construyó una torre en un extremo del puerto, llamada Tour Vauban en su honor, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco. En 1694 demostró su eficacia, ya que consiguió repeler el ataque de la flota angloholandesa que pretendía alcanzar Brest.
La torre está abierta al público y en la página web encontraréis toda la información necesaria para organizar vuestra visita. Nosotros solo la pudimos ver por fuera, ya que el momento de nuestra visita no coincidió con el horario de apertura. Pero nos estamos adelantando demasiado, porque antes de llegar a la torre hay varias cosas más que ver en Camaret-sur-Mer.
Un agradable puerto pesquero
Empezamos nuestro recorrido por Camaret-sur-Mer por su paseo marítimo. En el siglo XIX, dada la prosperidad de la población gracias a la pesca de la sardina, se amplió toda esta zona e incluso se ganó algo de espacio al mar. Las sardinas, ya fueran frescas o enlatadas, fueron el sustento principal de Camaret-sur-Mer. Pero cuando empezaron a escasear y finalmente desaparecieron de estas costas a principios del siglo XX, no quedo más remedio que reconvertirse. Así fue como este puerto se especializó en la pesca de la langosta y terminó convirtiéndose en el principal puerto de langosta de Europa. La sobreexplotación llevó a una gran crisis en los años 90 del siglo XX, con el declive de la pesca de este apreciado crustáceo.
El cementerio de barcos de Camaret-sur-Mer
Como testimonio de ese pasado pesquero, un cementerio de barcos en pleno puerto sirve de lugar de reposo para los restos de varias embarcaciones. Se sitúa en el espacio que ocupó el primer astillero de Camaret-sur-Mer, fundado en 1892 por François-Joseph Keraudren. En distintos estados de conservación, los barcos resultan un rincón muy fotogénico.
Una capilla muy marinera
Junto al cementerio de barcos y la Tour Vauban se encuentra la pequeña capilla de Notre-Dame-de-Rocamadour. Los tres juntos ocupan el extremo final del llamado «sillon«, un largo brazo de tierra que actúa a modo de espigón natural. Aunque la capilla data del siglo XVII, un incendio la destruyó parcialmente en 1910 y tuvo que ser reconstruida. Es tan acogedora que invita a sentarse en uno de sus bancos durante un rato. Acoge exvotos ofrecidos por los marineros de Camaret-sur-Mer, todos relacionados con su dura y peligrosa profesión. Salvavidas, remos y maquetas de barcos adornan paredes y techos. Precisamente el techo de madera recuerda con su forma al casco invertido de una embarcación. Pintado en un suave color azul, realza la luminosidad del pequeño espacio y lo hace aún más agradable.
Salimos encantados de la capilla y desandamos el camino hasta el coche. Vamos a terminar nuestra visita a Camaret-sur-Mer en la cercana Pointe de Pen-Hir, a apenas 4 km del centro del pueblo.
Pointe de Pen-Hir: un mirador al mar
La costa de la Bretaña es espectacular, de eso no cabe duda. Y uno de los tramos más abruptos y salvajes se encuentra precisamente aquí. Barrido por un viento constante, el inhóspito paisaje resulta extrañamente atrayente. El estruendo de las olas rompiendo contra los acantilados es el único sonido que se escucha, y eso teniendo en cuenta que el mar está en calma hoy. Frente a nosotros pequeños islotes rocosos despuntan entre las aguas, y en la cercana playa de Veryac’h no se ve ni un alma. Una red de caminitos abiertos entre los brezales permiten explorar los alrededores. Destaca la Cruz de Pen-Hir, un monumento conmemorativo a los bretones de la Francia Libre.
Aún sin ser de los paisajes de costa más espectaculares que hayamos visto a lo largo de nuestros viajes por distintos lugares del mundo, sin duda la Pointe de Pen-Hir es una forma excelente de despedirnos de Camaret-sur-Mer. Nos vamos ahora a Locronan, un pueblecito encantador que parece sacado directamente de un cuento.
Gracias por tu interesante artículo, me ha servido para planificar mi visita a este bonito pueblo. Un saludo.
Muchas gracias a ti por leernos, nos alegra haber sido de utilidad. Un saludo.