La pequeña ciudad de Aosta es la capital de la región que lleva su nombre. Enclavada en el fondo del valle y rodeada de montañas, Aosta es lugar de paso obligado para cualquier visitante. Sus animadas calles y plazas, llenas de tiendas y restaurantes, son el lugar perfecto por el que perderse dando un paseo. Sus más de 2000 años de historia la convierten también en un importante centro cultural. La influencia francesa, dada su proximidad al país vecino, se nota incluso en el nombre de calles y monumentos. Acompañadnos a dar un paseo por la interesante y sorprendente Aosta.
La Roma de los Alpes
Aosta fue fundada por los romanos en el año 25 a.C. Fue inicialmente bautizada con el nombre de Augusta Praetoria en referencia al emperador Octavio Augusto y a la guarnición de 3000 soldados pretorianos enviados allí. Se conservan numerosos restos de la época, unos en mejor estado que otros.
Además de fragmentos de la antigua muralla romana, los monumentos más destacables de esa época son el Arco de Augusto, el Teatro Romano y la impresionante Porta Pretoria. En nuestro caso, comenzamos nuestra visita a Aosta por su lado oeste. Lo primero con lo que nos topamos es la vieja muralla y la torre del siglo XIII que remata su esquina noroeste, llamada Tourneuve.
Un paseo por el centro de Aosta
Accedemos al centro histórico de Aosta por la calle Edouard Aubert. La calle, repleta de pequeños comercios, bares y restaurantes, está llena de gente, tanto turistas como locales. Forma parte del principal eje comercial de la ciudad, que discurre en línea más o menos recta entre la Piazza della Reppublica y la Piazza Arco di Augusto. Este eje comercial lo componen la via Edouard Aubert, la via Jean Baptiste de Tillier, la plaza Emile Chanoux, la via Porta Pretoria y la via Sant’Anselmo. En total, poco más de 1 kilómetro que atraviesa de punta a punta el centro histórico de Aosta.
De este eje principal salen muchas calles perpendiculares que merece la pena explorar también. La más bonita es la Via Croix de Ville. Una cruz, llamada Cruz de Calvino, conmemora la expulsión de los calvinistas del Valle de Aosta en 1541.
Al final de la calle se encuentra la tranquila Piazza Roncas. Allí podéis visitar el MAR (Museo Arqueológico Regional). Como no podía ser de otra forma, los hallazgos arqueológicos de la época romana componen el grueso de la exposición, aunque en realidad muestra en orden cronológico todo tipo de objetos que abarcan desde el periodo mesolítico hasta la alta edad media.
La catedral de Santa Maria Assunta
A la derecha del museo surge un callejón que termina desembocando en la plaza Papa Giovanni XXIII, donde se encuentra la bonita catedral de Aosta. La catedral, que ha sufrido varias transformaciones a lo largo de los siglos, se alza sobre un edificio más antiguo que se remonta a los orígenes del cristianismo en la región del Valle de Aosta. De ese complejo original del siglo IX se conservan varios vestigios.
Del interior de la catedral no os podéis perder la antigua cripta del siglo XI que se encuentra bajo el coro y a la que se accede por unas escaleras. En cuanto al exterior, la bonita fachada neoclásica de 1848 enmarca un precioso portal del siglo XVI decorado con frescos y esculturas de estilo lombardo dedicados a la Virgen.
Además de visitar la catedral y el claustro (que son de acceso gratuito), podéis visitar también el Museo del Tesoro y el Criptopórtico Forense (así llamado al encontrarse bajo el antiguo foro romano). En este caso, podéis adquirir un billete acumulativo llamado “Aosta Archeologica” que incluye la entrada al Teatro Romano, el Museo Arqueológico Regional, el Criptopórtico y la iglesia paleocristiana de San Lorenzo. Las entradas se compran en el Teatro Romano o en el Museo Arqueológico, ya que ni el Criptopórtico ni la iglesia de San Lorenzo cuentan con taquillas de venta.
Plaza Émile Chanoux: el corazón de Aosta
Continuamos nuestro paseo por las calles de Aosta y vamos a parar a la céntrica plaza Émile Chanoux. Es una plaza amplia y elegante en la que destaca el edificio neoclásico del Ayuntamiento de Aosta.
Seguimos caminando por Via Porta Pretoria, otra calle llena de tiendecitas que venden artesanía, ropa y calzado, souvenirs, gastronomía típica y cualquier otra cosa que podáis imaginar. Estad atentos a las ruelles (estrechos callejones) que aparecen aquí y allá, medio camufladas entre los portales de los edificios de viviendas.
Casi sin darnos cuenta hemos llegado al Teatro Romano. Aunque no lo vamos a visitar, sí que tenemos ocasión de echar un vistazo desde la verja que lo rodea. Al fondo podemos ver la Torre dei Balivi, en una de las esquinas de la muralla romana. Después de que la familia Balivi se trasladara a vivir a otro edificio, la torre se convirtió en un tribunal y, a partir del año 1702, se utilizó como cárcel. Más cerca del Teatro Romano destaca otra torre, la Tour Fromage, de la época medieval.
La impresionante Porta Pretoria
De los distintos monumentos de la época romana que se conservan en Aosta, la que quizá resulta más impresionante es Porta Pretoria. Esta antigua puerta de entrada a Augusta Praetoria está orientada hacia el este y era la principal vía de acceso al recinto amurallado. Consta de un doble muro, con un pequeño espacio intermedio utilizado como patio de armas.
De las tres arcadas que tiene la puerta, la central es la más ancha, ya que por ella circulaban los carros. En cambio, las dos más pequeñas que hay a ambos lados de la central eran para uso exclusivo de los peatones. Pegada a Porta Pretoria está la Torre dei Signori di Porta Sant’Orso, construida en la Edad Media con piedras procedentes de la antigua muralla romana.
Más rincones con encanto en Aosta
Al otro lado de Porta Pretoria da comienzo la ajetreada Via Sant’Anselmo. Si se sigue recto hasta el final de la calle se llega al Arco de Augusto, otra joya de la época romana. Por el camino, no obstante, merece la pena detenerse en un par de lugares.
En Via Hotel des Monnaies se puede contemplar el antiguo lavadero público de Aosta. Un breve tramo de canal discurre al aire libre, creando un rincón encantador y tranquilo que contrasta con el ir y venir incesante de los visitantes alrededor de Porta Pretoria.
Algo más adelante se encuentra la Colegiata de Sant’Orso. Por desgracia para nosotros no pudimos visitarla, pero no dejéis pasar la ocasión ya que tanto la iglesia como el claustro son dos de los mejores ejemplos de arte románico del Valle de Aosta.
Con esto damos por finalizada nuestra visita a Aosta. Nos ha sorprendido muy gratamente y nos llevamos muy buen recuerdo de ella.