Muy cerca de Christchurch, la ciudad más grande de la Isla Sur de Nueva Zelanda, se encuentra la península de Banks. De origen volcánico, esta península de forma circular está surcada por numerosas bahías y un gran puerto natural que da cobijo a la bonita población de Akaroa, el único asentamiento francés que hubo en Nueva Zelanda en el siglo XIX.
Además de hacer alguna excursión por la península de Banks o acercaros hasta alguna de sus bonitas playas, os recomendamos dar un paseo por las tranquilas calles de Akaroa, llenas de edificios históricos, y visitar su interesante museo. Os contamos más a continuación.
Explorando la península de Banks
Para recorrer la península de Banks hay que tomar la State Highway 75, que conecta Christchurch con Akaroa. De esta carretera principal parten pequeñas carreteras secundarias que llevan a algunos de los rincones más bonitos e interesantes de la península. Una de las carreteras secundarias que merece mucho la pena recorrer es Summit Road, también llamada Tourist Drive. Aunque es estrecha y con bastantes curvas, ofrece unas vistas panorámicas estupendas.
A lo largo de la State Highway 75, mientras vamos camino de Akaroa, hacemos varias paradas. La primera es en una fábrica de queso, Barrys Bay Traditional Cheese, el sitio perfecto para comprar algunos quesos neozelandeses deliciosos. Con la cantidad de vacas y ovejas que hay en este país, lo raro sería que no hubiera queserías artesanales como esta.
También nos detenemos en Devauchelle Bay y Robinsons Bay. Unas bonitas casetas de madera nos llaman la atención. Muchos vecinos de la península de Banks tienen pequeñas embarcaciones que, cuando no están en uso, guardan en esas casetas. También tenemos ocasión de contemplar varios cisnes negros. Aunque ya los hemos visto con anterioridad a lo largo de este viaje, nos siguen fascinando cada vez que los vemos.
El pasado francés de Akaroa
Akaroa es un pueblecito encantador. Sus casitas de madera son preciosas y cuenta con bastantes edificios históricos muy bien conservados. Es un sitio sorprendentemente tranquilo y con un ambiente muy agradable. Además, tiene un pasado de lo más interesante, ya que Akaroa fue el único asentamiento francés de Nueva Zelanda.
Todo comenzó con el establecimiento de varias estaciones balleneras a lo largo de la década de 1830. Los europeos que se dedicaban a la caza de la ballena franca austral se establecieron en la península de Banks. En Akaroa lo hicieron los franceses, encabezados por Jean François Langlois. En 1839 Langlois regresó a Francia buscando apoyo económico y político para establecer una colonia en la península de Banks. Supuestamente, Langlois había comprado la península entera a los maorís por 1.000 francos. Con el apoyo de la Compañía Nanto-Bordelaise se fletó un barco con 60 colonos franceses a bordo en 1840. También se envió un buque de guerra, capitaneado por Charles François Lavaud, para asistir a los colonos.
Una colonia frustrada
Para cuando los franceses llegaron a Akaroa, se había firmado ya el Tratado de Waitangi y Nueva Zelanda pertenecía a la corona británica. Además, el documento según el cual Langlois había adquirido la península de Banks no tenía validez, porque no contaba con la firma de ningún testigo y los jefes maorís con los que había hecho el trato ni siquiera eran de ninguna de las tribus de la península de Banks. Lavaud negoció con los británicos y los colonos franceses pudieron establecerse finalmente en Akaroa. Una década después de su llegada, los ciudadanos franceses eran superados en número por los británicos. Aunque durante varios años el idioma y la cultura franceses habían predominado en Akaroa, pronto terminó convirtiéndose en un pueblo colonial británico más, y los ciudadanos franceses fueron nacionalizados británicos.
Sin embargo, paseando por las calles de Akaroa aún se percibe ese pasado francés. Los nombres de las calles de origen francés se llaman «rue» y varios establecimientos tienen nombres en ese idioma y ondean orgullosamente la bandera tricolor francesa. Todo es una estrategia de marketing, ya que el nombre de las calles no se cambió a «rue» hasta la década de 1960, en un esfuerzo para enfatizar sus raíces francesas de cara a los visitantes.
De paseo por Akaroa
Akaroa es una de las poblaciones de Nueva Zelanda con un mayor número de edificios del siglo XIX y es considerada como un ejemplo excepcionalmente bien conservado de una ciudad colonial neozelandesa de esa época. Ya por aquel entonces atraía a numerosos visitantes, por lo que muchos de los edificios construidos fueron hoteles o casas de huéspedes. La mayoría de edificios históricos los encontraréis en Rue Lavaud, Rue Jolie y Rue Balguerie. Os mostramos algunos ejemplos:
Este albergue para mochileros se construyó en 1860 y fue convertido en hotel en 1871. Está en Rue Lavaud 50.
Esta tienda de recuerdos fue construida en 1864 como el primer ayuntamiento de Akaroa. A su lado está la antigua farmacia, de 1882. Las encontraréis en Rue Lavaud 60 y 58 respectivamente.
Coronation Library, que data de 1875, es una pequeña biblioteca que fue la sede de The Akaroa Literary and Scientific Institute, una asociación creada para que los ciudadanos pudieran desarrollarse intelectualmente y estar al día de las noticias internacionales a través de la prensa. Si la encontráis abierta no dudéis en entrar a echar un vistazo, es realmente preciosa. La encontraréis en Rue Jolie 103.
Langlois-Éteveneaux House: la casa más antigua de Akaroa
De todos los edificios históricos que se conservan en Akaroa, hay uno que merece una mención especial. En Rue Lavaud 71 está la preciosa Langlois-Éteveneaux House, construida en 1841 y sede del Akaroa Museum. Es la única superviviente de las primeras casas levantadas por los franceses, de un claro estilo colonial francés similar al que se puede encontrar en otras colonias francesas repartidas por el mundo.
Si entráis al Akaroa Museum, que es gratuito, podréis ver la casa por dentro. El resto del museo también es muy interesante y se centra en la historia local de Akaroa y la península de Banks, con especial énfasis en su pasado ballenero. El edificio del antiguo juzgado, de 1879, también forma parte del museo.
Un bonito puerto natural
Akaroa creció a orillas del mar, en su resguardado puerto natural. Decidimos ir dando un paseo por la orilla desde el viejo asentamiento francés hasta la parte inglesa de Akaroa, en el extremo sur de French Bay. Daly’s Wharf, al final de la Rue Balguerie, es el muelle más antiguo de Akaroa. Se construyó en 1865, pero fue reformado en 1914.
El otro muelle de Akaroa, el principal, está en la zona inglesa. Es una zona muy agradable, con muchas tiendecitas y restaurantes. Este muelle, aunque ha sido ampliado a lo largo de los años, data de 1888. Algo más antiguo es el faro de Akaroa, de 1879, que podéis ver un poco más adelante, siguiendo hacia el sur por Beach Road.
En las aguas del puerto natural de Akaroa hay una colonia de delfines de Héctor, así que hay varias empresas que ofrecen tours para avistarlos e, incluso, para nadar con ellos. La mayoría de estas embarcaciones turísticas salen desde este muelle.
Okains Bay: una población llena de sorpresas
Dejamos atrás Akaroa para seguir explorando la península de Banks. Decidimos que vamos a visitar dos de sus bahías, Okains Bay y Little Akaloa Bay. Tomamos la carretera panorámica Summit Road. El paisaje que vamos viendo a medida que nos adentramos en la península de Banks es precioso con sus prados verdes, sus carreteras sinuosas y estrechas y unas bonitas vistas al mar.
El desvío a Okains Bay nos lleva directamente a esta pequeña población, que ya desde el principio nos regala una sorpresa tras otra. A la entrada del pueblo, un antiguo camión de bomberos de un brillante color rojo está aparcado frente a la diminuta biblioteca, construida en 1860. Justo enfrente de la biblioteca hay una pequeña iglesia y la antigua escuela, de 1872. Entre ambos edificios, un estrecho sendero lleva a un puente peatonal, el Millenium Bridge, que permite cruzar a la otra orilla del río.
Okains Bay Maori and Colonial Museum
Avanzamos unos metros más por la carretera antes de detenernos de nuevo. Un par de edificaciones claramente maorís nos han llamado la atención. Pertenecen al Okains Bay Maori and Colonial Museum, una verdadera joya cuya visita recomendamos totalmente. Contiene multitud de artefactos maorís, incluido un marae que se puede ver por dentro, y una gran colección de objetos de la época colonial.
Hay varios edificios reconstruidos que reflejan perfectamente como era la vida de los primeros colonos neozelandeses. Os mostramos algunas de las fotos que hicimos para que os hagáis una idea de lo que podéis encontrar, pero el museo es muchísimo más grande y con un montón de cosas interesantes más.
Una solitaria playa en la península de Banks
Al terminar la visita al museo nos acercamos hasta la playa de Okains Bay. Como es la hora de comer, vamos a hacer un picnic en la playa. No hay absolutamente nadie a pesar de que hay un camping justo al lado, así que disfrutamos de nuestra comida en soledad.
Después de descansar un rato volvemos a la carretera y ponemos rumbo a Little Akaloa. Poco sabemos que nos va a ser imposible llegar hasta allí. Cuando apenas llevamos recorridos 3 o 4 km, el coche sufre una avería y nos deja tirados en mitad de la carreterilla secundaria que lleva hasta Little Akaloa. Después de varias horas esperando a que pase alguien que nos pueda ayudar (allí no hay cobertura telefónica), llegan nuestros ángeles de la guarda: una pareja de españoles con los que nos hemos ido encontrando en varias ocasiones a lo largo del viaje aparecen milagrosamente y nos ayudan a encontrar a alguien que tenga unas pinzas para cargar la batería del coche.
Un vecino de Okains Bay nos las presta y una vez tenemos el coche en marcha decidimos regresar a Akaroa, por lo que pueda pasar. Llegamos por los pelos a la gasolinera del pueblo, donde el coche se vuelve a parar. Resumiéndolo mucho, resulta que junto a la gasolinera hay un taller mecánico al que nos envía la compañía del alquiler del coche y terminamos teniendo que cambiar la batería. Por culpa de esta avería hemos perdido toda la tarde, así que terminamos pasando la noche en Akaroa.
Ni siquiera este imprevisto consigue estropear el bonito día que hemos pasado conociendo la península de Banks, que nos ha gustado mucho y ha superado nuestras expectativas.