En este post os vamos a hablar de un libro muy viajero a la par que divertido. Además de haceros venir ganas de salir de excursión al monte, os echaréis unas risas mientras lo leéis. Se trata de Un paseo por el bosque, de Bill Bryson.
Bill Bryson es un viejo conocido para los aficionados a la literatura de viajes. Entre sus obras viajeras más conocidas destacan En las antípodas, The Road to Little Dribbling: adventures of an American in Britain y The lost continent: travels in small-town America (estos últimos aún no han sido publicados en español).
Bryson publicó Un paseo por el bosque en 1997. Fue tras regresar a Estados Unidos después de vivir la mayor parte de su vida adulta en Inglaterra. El libro, escrito en primera persona, narra sus aventuras y desventuras mientras recorre el Sendero de los Apalaches junto a un amigo suyo.
Un paseo por el bosque: recorriendo el Appalachian Trail
Para los aficionados al senderismo, pasar unos días realizando una excursión por el monte parece un plan estupendo. Nada como echarse la mochila al hombro, cargar con un poco de comida y un saco de dormir y pasar un poco de tiempo en contacto con la naturaleza.
Sin embargo, los amantes del senderismo siempre sueñan con ir más allá. No hay nada más tentador para ellos que una ruta de larga distancia. Y la más famosa de todas, casi rodeada de un aura de misticismo, es el Appalachian Trail.
El Sendero de los Apalaches (conocido como A.T. por sus siglas en inglés) recorre buena parte de la costa este de Estados Unidos. En total, atraviesa 14 estados a lo largo de unos 3.500 km. Sin embargo, no es el sendero más largo del país. Lo superan en longitud el Pacific Crest Trail y el Continental Divide Trail. Aún así, se trata del más popular y concurrido de todos ellos. Del Pacific Crest Trail os hablamos en nuestra anterior reseña sobre Salvaje de Cheryl Strayed.
Una aventura durísima
El sendero tiene su punto de origen y su punto final en la cima del monte Katahdin (Maine) y en Springer Mountain (Georgia). En total se tardan unos 5 meses en recorrer el sendero en su totalidad. El Appalachian Trail se puede empezar por cualquiera de los dos extremos. No obstante, lo más habitual es hacer el recorrido de sur a norte. Eso se debe a que la primavera tarda más en llegar al norte, que es famoso por sus durísimos inviernos.
A priori puede parecer que la dureza del recorrido no es para tanto. Al fin y al cabo, la cima más alta del sendero tiene poco más de 2.000 metros de altitud. Se trata de Clingmans Dome, en Tennessee. Pero aunque las cumbres que se recorren no son muy altas, se van enlazando unas con otras sin cesar a lo largo de todo el Appalachian Trail. El resultado final implica subir más de 350 cimas de más de 1.500 metros de altitud. Eso da una idea bastante aproximada de la magnitud y la dureza del sendero.
«Nunca me había enfrentado a nada tan difícil para lo que estuviese tan poco preparado. Solo dar un paso era un auténtico esfuerzo. Lo más duro fue aceptar el descorazonador e insistente descubrimiento de que siempre queda colina por delante».
Unos paisajes gloriosos
Sin embargo, todo este sufrimiento y esfuerzo tiene su recompensa una vez se alcanza cada una de estas cimas.
«…descuelgas la mochila, te pones en pie como buenamente puedes y te das cuenta… de que las vistas son sensacionales; ante ti se abre un panorama ilimitado de montes boscosos, jamás tocados por la mano del hombre, que se extienden hasta donde alcanza la vista».
Un país de bosques
Bryson nos recuerda que Estados Unidos, a pesar de su gran desarrollo urbano e industrial, sigue siendo un país de bosques. Un tercio de su superficie (excluyendo Alaska y Hawaii) está cubierta de árboles. Cualquiera que haya viajado a la costa este del país se habrá dado cuenta de la enormidad de los bosques que hay allí. A veces no son bosques agradables por los que dar un paseo, sino que son opresivos y salvajes.
«Un bosque no se parece a ningún otro espacio… Los árboles te rodean, se ciernen sobre ti por todas partes. El bosque obstruye cualquier vista y te deja confuso y desorientado… Vamos, que los bosques meten miedo».
Con esta descripción tan gráfica de Bryson, no es difícil imaginar el miedo que se puede llegar a sentir en mitad del bosque, en la penumbra y en completa soledad, rodeado por ese silencio total que solo se da en lo más profundo de la espesura del bosque, sabiéndote acechado por animales salvajes y otros peligros que uno ni siquiera imagina.
Un reto solo apto para unos pocos
En Un paseo por el bosque, Bryson aporta una serie de datos que dejan claro que el Sendero de los Apalaches no es para cualquiera. Cada año, a principios de primavera (marzo – abril), unos 2.000 excursionistas empiezan el recorrido con la idea de completarlo en su totalidad. Estos senderistas se conocen con el nombre de thru-hikers. Este es el término empleado para designar a los senderistas de larga distancia. Aquí no se cuentan los que solo pretenden recorrer un trozo del sendero durante algunas semanas, ni a los senderistas de fin de semana.
De estos 2.000 thru-hikers que empiezan el recorrido cada año, solo un 10% llegan hasta el final. La mitad de ellos no supera ni siquiera un tercio del camino, y un 10% abandona durante la primera semana. A veces el abandono se debe a lesiones físicas o a problemas de salud. Pero muchas veces es el factor psicológico el que hace abandonar el sendero incluso al aventurero mejor preparado.
Naturaleza en estado puro
Quizá la mejor muestra de la dureza extrema del Sendero de los Apalaches lo constituye el tramo llamado 100 Mile Wilderness. Este tramo de 100 millas es el más duro de todo el recorrido. Se encuentra en Maine, casi al final del camino. Su principal característica es que a lo largo de sus 160 km no existe nada más que bosque.
No hay casas, tiendas ni carreteras. Tan solo bosque cerrado totalmente deshabitado e inhóspito. Se tarda entre una semana y diez días en completar este tramo. Hay que llevar provisiones para todo este tiempo, ya que no existe posibilidad alguna de reaprovisionarse una vez se ha iniciado el camino. Sin duda es todo un reto que solo algunos llegan a completar.
Una locura de idea
Tras instalarse en New Hampshire con su familia, Bill Bryson descubre que el Sendero de los Apalaches pasa muy cerca de su casa. Un día sale a dar un paseo y encuentra un sendero en el bosque. Está señalizado con la franja blanca vertical que marca el recorrido del Appalachian Trail. Movido por la curiosidad, decide investigar un poco sobre el tema y pronto queda atrapado por la magia del sendero. La belleza prácticamente inalterada de los paisajes que atraviesa y el reto que supone recorrer semejante distancia a pie hacen que se decida a emprender la loca aventura de recorrer el Sendero de los Apalaches.
Bryson busca encontrar de nuevo la belleza de su país tras haber pasado más de 20 años viviendo fuera. El Sendero de los Apalaches le ofrece la posibilidad de redescubrir sus raíces. También le ayuda a aprender a valerse por sí mismo en la naturaleza. Bryson tiene experiencia como senderista aficionado de fin de semana, pero nada le puede preparar para lo que se va a encontrar una vez en el bosque.
«Poco a poco fui dándome cuenta de que me había metido en algo que excedía con mucho (pero mucho) todo cuanto me había propuesto hasta entonces».
Los peligros del Sendero de los Apalaches
Antes de lanzarse a caminar, Bryson recaba toda la información posible sobre el Appalachian Trail. En Un paseo por el bosque, el autor aporta todo tipo de datos de lo más interesantes sobre la fauna, flora, historia y geología del sendero y de las zonas que atraviesa. Lejos de convertir el libro en algo aburrido lleno de datos, va enlazando esa información con sus aventuras de manera amena y muy divertida.
Tampoco escatima en detalles más escabrosos, especialmente cuando hace referencia a la multitud de peligros que acechan al senderista. Adentrarse en la naturaleza salvaje siempre supone un riesgo, y Bryson sin duda hace hincapié en ello. Desde ataques de osos y otros animales salvajes a asesinatos y enfermedades, repasa con humor algunos casos reales que ponen los pelos de punta.
Fomentando prejuicios
Uno de los peligros a los que hace referencia tiene relación con los habitantes de la zona sureña del sendero. Los llega incluso a tildar de «montañeses desequilibrados». Bryson no deja muy bien parados a los habitantes de esa zona. Según dice, algunos autores los han definido como una población poco sociable y subdesarrollada, y él contribuye a aumentar ese estereotipo con su tono de condescendencia y suficiencia al referirse a ellos.
Incluso llega a poner como ejemplo la película Deliverance (titulada Defensa en España), rodada principalmente en Georgia en 1972. La película está basada en la novela de James Dickey del mismo nombre. Fue dirigida por John Boorman y está protagonizada por Burt Reynolds y Jon Voight, entre otros.
Una comparación odiosa
En ella, cuatro amigos de una gran ciudad deciden ir a pasar unos días a Georgia para navegar en piragua por uno de sus ríos. Cuando llegan allí, descubren lo pobre, salvaje y analfabeta que es la gente. A partir de ese momento empiezan los problemas, ya que dos perturbados de la zona los siguen al bosque y empieza una lucha a vida o muerte por sobrevivir.
La película es muy buena, incluso estuvo nominada al Oscar a la mejor película y al mejor director. La mítica escena del chico albino tocando el banjo en un duelo musical con uno de los protagonistas no tiene desperdicio. Pero sin duda la comparación que hace Bryson en Un paseo por el bosque es odiosa y su único objetivo es tratar de amedrentar al lector.
Una crítica constante al Servicio de Parques Nacionales
La ironía y el sarcasmo son en buena parte la seña de identidad de Bryson, y eso se traslada a Un paseo por el bosque. El libro está repleto de críticas a la labor realizada por las distintas entidades públicas que se ocupan del mantenimiento y la gestión de los espacios naturales de Estados Unidos. El National Park Service (organismo encargado de la red de parques nacionales del país) y el Servicio Forestal de Estados Unidos se llevan una buena parte de esas críticas, que rezuman ironía en cada frase que el autor les dedica.
Bryson pone ejemplos de la mala gestión realizada por el Servicio Forestal, cuya misión no es nada sencilla porque debe encontrar el equilibrio entre la protección de la naturaleza y su explotación controlada y sostenible.
En algunos momentos, Bryson cae en ciertas contradicciones. Por un lado se queja del excesivo intervencionismo del Servicio de Parques Nacionales, pero por otro lado se lamenta de su pasividad y de su falta de intervención.
Un ejemplo de la mala gestión pública
Por ejemplo, reflexiona sobre el origen y la evolución de los «balds» en las Smoky Mountains. En las cimas de estas montañas aparecen unas «calvas» despejadas, desprovistas de toda vegetación. No está nada claro si su origen se debe a causas naturales o a la intervención humana. Antiguamente, los pastores utilizaban estos prados como pasto para el ganado. Hoy en día el pastoreo está prohibido y estos «balds» están desapareciendo a medida que la vegetación los va recolonizando.
Bryson, que durante buena parte del libro critica la explotación humana a la que se ha sometido a los grandes espacios naturales del país, no duda ahora en quejarse sobre la falta de ella para proteger esos «balds«.
«Las Smokies alcanzaron su esplendor natural sin la guía de un servicio nacional de parques, y tampoco la necesitan ahora … Tras años de incomodar a todo el mundo entrometiéndose en la naturaleza, ha decidido ahora no intervenir en absoluto incluso cuando resulta evidente que esa intervención resultaría beneficiosa.»
En discrepancia con Bill Bryson
Cabe preguntarse para quién sería beneficiosa esa intervención. ¿Acaso en los espacios protegidos no debemos mantenernos al margen de la naturaleza y dejar que ésta siga su curso? ¿O debemos intervenir para lo que nos convenga?.
Es obvio que, personalmente, discrepamos con el autor en este punto. A pesar de ello, también es cierto que Bryson lleva razón en otros ejemplos y anécdotas que desgrana a lo largo de Un paseo por el bosque. Además, los datos que facilita son muy interesantes y están explicados de forma amena y sencilla, añadiendo más interés al libro.
La importancia de elegir un buen compañero de viaje
Cuando Bryson toma la alocada decisión de recorrer el Sendero de los Apalaches, sabe que necesita un compañero de viaje. Es demasiado peligroso para él lanzarse al monte completamente solo. El único que acepta acompañarle es Stephen Katz (un pseudónimo que Bryson usa para no mencionar su nombre real), un antiguo amigo con el que había perdido el contacto casi por completo.
Katz resulta ser un alcohólico con sobrepeso y en pésima forma física que supone un divertido contrapunto al responsable y racional Bryson. Las anécdotas protagonizadas por este peculiar personaje aportan frescura y diversión al relato, aunque en algunos momentos se hace imposible no poner en duda la veracidad de algunas historias que nos cuenta el autor dada su inverosimilitud.
Una adaptación cinematográfica bastante floja
La película cuenta con un reparto excelente (Robert Redford, Nick Nolte y Emma Thompson, entre otros). Aún así, la adaptación al cine que se hizo de Un paseo por el bosque en 2015 resulta una película de las de pasar la tarde de domingo, pero nada memorable. Además de cambiar el orden de los acontecimientos según el antojo de los guionistas, buena parte de lo que aparece en la película (especialmente hacia el final) es ficción pura y dura, ya que poco o nada tiene que ver con la historia narrada por Bill Bryson. La película es en clave de humor, aunque a veces se fuerzan demasiado algunas situaciones para exprimir su comicidad al máximo.
La película podría estar mejor si se hiciera mayor hincapié en mostrar los impresionantes paisajes que atraviesa el Appalachian Trail. Sin embargo, el sendero acaba convertido en algo casi meramente secundario. En algunos momentos, la película hace que parezca un paseo por el campo (aunque muy largo) en vez de una aventura llena de dificultades y penalidades. Aún así, resulta entretenida y está bien para echarse unas risas.
Un libro de viajes ameno y divertido
En resumen, podemos recomendaros que leáis Un paseo por el bosque. No es una obra maestra de la literatura de viajes pero aporta mucha información de forma muy amena y entretenida, sin hacerse nada pesado. Las risas están aseguradas y el estilo tan personal de Bill Bryson hace que su lectura sea muy fácil. Y por si fuera poco, conseguirá despertar vuestro interés por el Sendero de los Apalaches. Eso si es que no estabais fascinados por él de antemano, claro. El Appalachian Trail es uno de nuestros grandes sueños viajeros, de esos que uno sabe en el fondo que nunca podrá realizar. Pero eso no impide que disfrutemos a través de las vivencias de otros, como nos ha pasado con Un paseo por el bosque.