Neah Bay es la población que se encuentra en el extremo más noroccidental de la península Olympic. Llegamos allí provenientes de Port Townsend y de Sol Duc Falls. Tras pasar el día visitando esos dos bonitos rincones del estado de Washington, nos acercamos hasta Neah Bay.
Poco antes de llegar, el tiempo cambia radicalmente. Durante todo el día ha estado haciendo un sol radiante, pero de repente nos adentramos en un espeso banco de niebla que ya no nos va a abandonar. La llovizna que cae es muy fina, pero va calando poco a poco.
La principal razón para visitar esta población un tanto alejada de todo reside en su espectacular entorno natural. No en vano, a apenas 12 km se encuentra un lugar de una belleza salvaje: el cabo Flattery (del que os hablaremos en el próximo post).
Pero Neah Bay, que en principio parece un lugar de lo más anodino, también esconde algunas interesantes sorpresas.
Neah Bay: en tierra de los Makah
Neah Bay, así como las tierras de los alrededores, se encuentra dentro de la reserva de los indios Makah. Esta tribu lleva más de 3.000 años poblando esta esquina del país. En nuestro anterior viaje por la costa oeste del país tuvimos la oportunidad de conocer otra interesante comunidad de nativos americanos: los Navajo. Sin embargo, no podrían ser más distintos de los Makah.
Los Makah se han dedicado siempre a la pesca, principalmente de ballenas y focas. Solían vivir en cabañas hechas con tablones de madera y, a diferencia de otras tribus del país, erigían impresionantes tótems como símbolo de protección y como emblema de los distintos clanes.
El hecho de entrar en una reserva india implica que necesitamos obtener un permiso para poder acceder a las áreas recreativas de la zona. El Makah Recreation Pass cuesta 10 dólares y para obtenerlo nos acercamos a la gasolinera del pueblo. También se puede conseguir en casi cualquiera de los comercios de Neah Bay. Una vez obtenido el permiso, tan solo hay que escribir la matrícula del coche y colgarlo del espejo retrovisor del coche, de manera que quede bien visible.
Nuestra primera noche de camping
Una vez hemos conseguido el Makah Recreation Pass, nos acercamos al camping donde vamos a pasar la noche. Se trata del Hobuck Beach Resort. Como su nombre indica, se encuentra en Hobuck Beach, una playa que apenas logramos distinguir entre la espesa niebla.
En este viaje nos hemos decidido a probar una forma alternativa de alojamiento: el camping. Nos hemos traído una tienda de campaña y unos sacos de dormir con los que ahorrar un dinero y estar más en contacto con la naturaleza. Os hablamos con más detalle de nuestra experiencia en este otro post.
En una destartalada caseta de madera que hace las veces de recepción hacemos el check-in y pagamos los 20 dólares que nos cuesta acampar esta noche. Entre la lluvia que no para de caer, nos las apañamos como podemos para montar la tienda. Ataviados con nuestros chubasqueros la montamos en un tiempo récord, intentado que no se moje más de la cuenta. Una vez terminamos, ya nos podemos dedicar a explorar Neah Bay y sus alrededores con calma.
Un interesante museo sobre los Makah
De Neah Bay no hay gran cosa que decir. Es un pueblo pesquero sin ningún encanto en especial. Con menos de mil habitantes, se trata de un pueblo tranquilo dedicado principalmente a la pesca. Su principal interés radica en el Makah Cultural and Research Center, que cuenta con un magnífico museo.
La entrada al Makah Museum cuesta 5 dólares por persona y merece totalmente la pena visitarlo. La exposición es muy interesante. En ella se muestran objetos recuperados en las excavaciones realizadas en el asentamiento indio de Ozette. Junto al lago Ozette había un antiguo poblado de los Makah, que fue sepultado por una avalancha de barro alrededor del año 1750.
En 1970 se llevó a cabo una excavación arqueológica que permitió recuperar gran cantidad de objetos y aprender más sobre la vida de los Makah antes de que llegaran los primeros colonizadores británicos a la zona. Se incluyen réplicas a tamaño real de canoas talladas a mano y de una vivienda tradicional de madera. También se explica cómo se llevaba a cabo la tradicional caza de ballenas, mostrando los distintos artefactos que se empleaban para ello.
Es una lástima que no se permita tomar fotos en el interior del museo, pero os aseguramos que es muy interesante.
Qué más hacer en Neah Bay
Tras una noche horrible a causa del frío, que nos ha impedido dormir en condiciones, nos vestimos a toda prisa dentro de la tienda de campaña. Sigue lloviendo y la niebla no se ha despejado todavía. Sin separarnos de los chubasqueros, nos acercamos a la playa y desayunamos de pie unos bollos y unos zumos. La playa está prácticamente desierta, tan solo vemos a un hombre paseando a su perro entre la bruma.
Además de visitar el cercano Cape Flattery (del que os lo contaremos todo en el próximo post), otra excursión muy interesante que se puede hacer desde aquí consiste en visitar la playa de Shi Shi Beach. Tiene fama de ser absolutamente espectacular, y a juzgar por las fotos que hemos visto, no hay duda de que merece la pena.
Sin embargo, para bajar hasta la playa hay que recorrer un sendero de varios kilómetros que es famoso por estar siempre totalmente embarrado y ser prácticamente intransitable. A eso hay que sumarle la bajada por un pequeño acantilado un tanto abrupto hasta llegar a pie de playa. Entre la niebla, la lluvia y la mala noche que hemos pasado, se nos quitan las ganas y desistimos de nuestros planes.
Una bonita carretera desde la que contemplamos la costa de Canadá
El cambio de planes y nuestra renuncia a conocer Shi Shi Beach nos desaniman un poco. Todavía no sabemos que otra magnífica playa, Second Beach, nos aguarda unos kilómetros más adelante. Así que, con los ánimos un poco bajos, salimos a la carretera para dirigirnos a nuestro siguiente destino: Forks.
A los pocos minutos de abandonar Neah Bay, el sol aparece tímidamente y nos libramos por fin de la niebla. A unos 14 kilómetros del pueblo aparcamos junto a la carretera WA-112 para bajar a contemplar las vistas.
Estamos justo al borde del agua y en las rocas que hay cerca vemos una simpática foca. Ni cortos ni perezosos, sacamos los prismáticos que llevamos en el maletero del coche para no perdernos ningún detalle.
Frente a nosotros, al otro lado del estrecho de Juan de Fuca, se alza la costa canadiense de la isla de Vancouver. Mientras estamos allí de pie disfrutando de las vistas, oímos un sonido muy característico. Al principio no le damos importancia, porque nos parece sencillamente imposible que sea lo que creemos que es. Pero al cabo de un instante nos damos cuenta de que, efectivamente, lo que oímos es el resoplido de una ballena.
Avistando ballenas
¡Tenemos a una ballena frente a nosotros!. Nunca hasta entonces habíamos contemplado a uno de estos magníficos animales. La ballena avanza muy lentamente, sumergiéndose y reapareciendo a los pocos metros para tomar aire. Con los prismáticos pronto vemos a otras dos ballenas, aunque un poco más lejos de la costa que esta.
Sacamos varias fotos, aunque no salen demasiado bien. No dejamos de turnarnos los prismáticos para no perdernos detalle. Al cabo de unos minutos, la ballena está tan lejos que ya no podemos verla.
Sin duda este va a ser uno de los momentos más asombrosos del viaje. Sin tenerlo para nada previsto, hemos disfrutado de una experiencia única. Puede parecer una tontería emocionarse tanto al ver simplemente el lomo de una ballena, pero para nosotros fue un momento mágico. Evidentemente, a partir de este momento el buen humor ya no nos abandona. Felices con esta inesperada experiencia, volvemos al coche y seguimos adelante con nuestra ruta.
[…] quedamos en este camping durante una única noche y lo elegimos por su cercanía a Cape Flattery y Neah Bay, una zona preciosa del estado de Washington. Nos costó 20 dólares y su ubicación junto a la […]