Ninguna visita a Pekín está completa si no se ha visitado uno de los complejos monumentales más importantes del mundo: la Ciudad Prohibida. El día de hoy nos va a permitir conocer otros rincones interesantes de Pekín, pero sin duda el antiguo palacio imperial es uno de los monumentos que más ganas tenemos de ver.
La Puerta de la Paz Celestial
El tamaño de la Ciudad Prohibida es inmenso y sabemos que vamos a tener que andar mucho, así que cogemos el metro hasta Tiananmen East para ahorrar fuerzas. El día ha amanecido relativamente soleado, pero la contaminación vuelve a ser muy densa y la visibilidad es realmente mala incluso a corta distancia.
Tras los pertinentes controles de seguridad entramos en el complejo. Antes de adentrarnos en la Ciudad Prohibida propiamente dicha, se puede visitar la Puerta de Tianamen o Puerta de la Paz Celestial, que es la entrada sur a la Ciudad Prohibida.
Se trata del edificio del que cuelga el famoso retrato de Mao y su principal interés es la vista que ofrece de la plaza de Tiananmen. Lástima que la neblina de la polución nos la estropee.
La entrada a la Puerta de la Paz Celestial se paga aparte de la entrada a la Ciudad Prohibida y cuesta 15 yuanes por persona. A eso hay que añadirle los 4 yuanes que hay que pagar por dejar las mochilas y bolsos en una consigna, ya que no se permite la entrada con ellos.
La Ciudad Prohibida
Una vez recuperadas nuestras pertenencias de la consigna vamos a comprar las entradas para la Ciudad Prohibida, que cuestan 40 yuanes por personas. En la página web oficial hay un mapa interactivo en inglés que aporta mucha información útil a la hora de planificar la visita.
El antiguo palacio imperial es realmente imponente. Sus enormes dimensiones hacen necesario dedicarle varias horas si se quiere recorrer en su totalidad. Construido entre 1406 y 1420, durante 500 años estuvo prohibida la entrada de cualquier persona normal y corriente.
Puede ser una buena idea revisionar la película El último emperador, de Bernardo Bertolucci, antes de viajar a Pekín. Filmada en 1987, fue la primera película que recibió la autorización de las autoridades chinas para rodarse dentro de la Ciudad Prohibida. Así tendréis una idea más clara de lo que os vais a encontrar una vez allí.
Una maravilla arquitectónica
Todo el complejo está rodeado por un ancho foso que en estos momentos está helado. Una vez atravesada la Puerta del Meridiano ya nos encontramos por fin dentro de la Ciudad Prohibida propiamente dicha.
Ante nosotros aparece un gran patio atravesado por un riachuelo, el Arroyo Dorado. Pasa bajo cinco puentes de mármol blanco, aunque ahora mismo está completamente helado.
Frente a nosotros se alza la Puerta de la Armonía Suprema, que una vez traspasada nos lleva a una enorme explanada ante la que se alza el impresionante Salón de la Armonía Suprema. Es el salón más grande de toda la Ciudad Prohibida y es realmente impresionante.
Tras el Salón de la Armonía Suprema se encuentran otros dos que, junto con éste, forman en núcleo de la Ciudad Prohibida. Se trata del Salón de la Armonía Media y del Salón de la Armonía Preservada.
En el interior de cada uno de los salones hay un trono imperial, aunque el más grande y elaborado es el del Salón de la Armonía Suprema, llamado Trono del Dragón.
Un enjambre de turistas
Alrededor de estos tres salones es donde se concentran la mayoría de los turistas que visitan la Ciudad Prohibida. El interior de los salones no se puede visitar, por lo que todo el mundo se agolpa frente a las puertas que permiten echar un vistazo dentro. Los empujones y el agobio no tardan en hacer aparición. En algunos momentos es realmente complicado llegar a ver nada ya que la gente va como loca.
Sin embargo, solo hace falta desviarse un poco del camino más transitado para poder tener un poco de paz y tranquilidad. En los patios laterales es posible disfrutar de una cierta soledad.
Siguiendo el recorrido hacia el norte, se atraviesa la Puerta de la Pureza Celestial. Esta puerta conduce a otro complejo de salones de menor envergadura, entre los que destaca el Palacio de la Pureza Celestial.
A ambos lados de estos salones principales se encuentra una maraña de salones y edificios menores. Es interesante dar un paseo por allí, aunque al cabo de un rato la visita se convierte en algo monótona y repetitiva. Todos los edificios son prácticamente iguales y al final ya avanzamos más deprisa hacia la salida norte del complejo.
El tranquilo jardín imperial
Al norte de la Ciudad Prohibida, antes de salir ya al exterior, se encuentra el jardín imperial. En él nos llama la atención el Pabellón de los Mil Otoños.
En el lado opuesto del jardín hay otro idéntico llamado Pabellón de las Mil Primaveras. Lo mejor de todo es el juego de luces y sombras que crean los rayos del sol a través de las celosías de las ventanas.
Tras un paseo por el bonito jardín, damos por finalizada la visita al palacio imperial.
Una vez finalizada la visita a la Ciudad Prohibida podemos asegurar que es realmente impresionante y una visita totalmente imprescindible. Si se consigue obviar a la masa de gente y se piensa en lo que representaba este palacio imperial unos siglos atrás, no cuesta nada sentirse un tanto sobrecogido por semejante grandiosidad.
La Colina del Carbón
Al salir por el extremo norte nos topamos con la Colina del Carbón, cuyo nombre oficial es Parque Jingshan. Este bonito parque fue construido con la tierra que se extrajo al construir el foso de la Ciudad Prohibida.
La entrada al parque nos cuesta 2 yuanes por persona. Una vez dentro vamos subiendo por las empinadas cuestas hasta llegar a la cima de la colina. Allí se alza el templo Wancheng Ting, que alberga una gran estatua de Buda en su interior.
Lo mejor, sin embargo, son las inmejorables vistas que se tienen de la ciudad. Desde aquí contemplamos los tejados de la Ciudad Prohibida, aunque velados por la contaminación.
Y por el otro lado se abre ante nosotros la amplia calle de Dianmen Dajie, con la Torre del Tambor apenas visible al fondo.
También tenemos una buena panorámica del parque Beihai y su Pagoda Blanca, donde ya estuvimos el día anterior.
Un clásico de la gastronomía pekinesa: el hot pot
Al salir del parque nos dirigimos hacia Dianmen Dajie. En esta calle se encuentra el restaurante donde vamos a ir a comer hoy: el Man Fu Lou Restaurant.
El restaurante, situado en el número 38, está un poco destartalado por fuera. Por dentro, sin embargo, está muy bien. El salón es muy grande y está bastante lleno, aunque el servicio es muy veloz.
El hot pot es un plato de origen mongol muy popular en Pekín en invierno. El caldo se sirve en un caldero parecido a una fondue, que se mantiene hirviendo gracias a la llama que hay debajo. En algunos restaurantes hay un único caldero para toda la mesa, pero en éste hay un caldero individual para cada comensal.
Nos traen la carta para elegir los ingredientes que queremos cocinar en el caldo de ternera. Por suerte está en inglés y además tiene fotos. Nos pedimos un plato de ternera fileteada, tofu, tiras de boniato, albóndigas de cordero, fideos de arroz y pasta de sésamo a modo de salsa para mojar los ingredientes una vez se han cocinado en el caldo.
Está todo riquísimo y resulta ser una comida muy entretenida. Tenemos que coger los ingredientes y meterlos en el caldo hirviendo. En unos minutos (o en el caso de la ternera, al estar cortada tan fina, en unos segundos) «pescamos» la comida con los palillos, la mojamos en la pasta de sésamo y nos la comemos. Es algo de lo más simple y de lo más bueno. Y muy barato: por un precio total de 109 yuanes (poco más de 15 euros) hemos comido los dos de maravilla.
Un paseo por la calle Dianmen
Una vez saciados y descansados, volvemos a la calle y vamos paseando por la calle Dianmen en dirección a la Torre del Tambor y la Torre de la Campana. Por el camino vamos disfrutando del ambiente, ya que se trata de una calle muy comercial y hay multitud de tiendas. Entramos en varias a curiosear e incluso hacemos algunas compras.
El ambiente es bastante bullicioso y en algunos momentos el ruido es excesivo. Algunas tiendas tienen altavoces en la puerta desde donde se lanzan mensajes, suponemos que publicitarios, a un volumen estridente.
Además hay bastante tráfico y los pitidos se unen a esta cacofonía de sonidos. También comprobamos que en cualquier esquina es posible encontrar a alguien vendiendo su mercancía.
Durante nuestro paseo nos encontramos con el puente Jinding. El lago Qianhai (situado al norte del parque Beihai) está helado y transmite una agradable sensación de calma en mitad de todo el ajetreo urbano de Pekín.
La Torre del Tambor
Finalmente llegamos al imponente edificio de la Torre del Tambor. Después de comprar la entrada combinada para las dos torres (la Torre de la Campana está justo enfrente) por 30 yuanes por persona, nos dirigimos a las escaleras que nos llevarán a lo alto de la torre.
¡Y menudas escaleras! Entre carteles que avisan del peligro, se alzan unas empinadísimas y larguísimas escaleras que no son aptas para gente con vértigo. Con mucho cuidado y sin soltar el pasamanos conseguimos llegar arriba.
Construida en 1272, la torre ha sufrido posteriores reconstrucciones tras quemarse y ser destruida en varias ocasiones. Se utilizaba para marcar las horas del día golpeando los tambores de su interior.
La sala donde se encuentran los tambores es muy amplia y los tambores, repartidos por todo el perímetro, son muy grandes. Allí dentro hace un frío espantoso, parece que estamos en una nevera. Las vistas desde allí son muy interesantes, ya que podemos observar las callejuelas de los hutongs colindantes y los tejados de las casas, que son poco más que chabolas y que dejan patente lo dura que debe de ser la vida en uno de esos barrios tradicionales.
Tenemos la suerte de que a las tres y media de la tarde hay un espectáculo con los tambores. Cinco hombres, ataviados con pantalones rojos y camisas blancas, hacen su aparición y empiezan a golpear los enormes tambores interpretando una rítmica canción.
La exhibición es bastante breve pero muy interesante. Hemos tenido suerte de llegar a la hora correcta por pura casualidad.
La Torre de la Campana
Una vez terminado el espectáculo de los tambores bajamos las temibles escaleras muy despacito y nos dirigimos a la Torre de la Campana. Está situada justo enfrente de la Torre del Tambor, y también ha sido reconstruida en varias ocasiones desde su construcción en 1272.
Aquí las escaleras tampoco son fáciles, aunque no tan malas como las anteriores. En lo alto de la torre hay una enorme campana, cuya peculiaridad es que no tiene badajo sino que para hacerla sonar hay que golpearla con un gran poste en forma de pez.
Anochece en el hutong
Tras unos minutos bajamos a la calle y nos disponemos a callejear un rato por los hutongs de alrededor.
Según bajamos por la calle Dianmen, justo al sur de la Torre del Tambor, vemos una callejuela con unas casas muy bonitas y cuidadas, y muchas tiendecitas.
Nos metemos por allí y descubrimos un rincón precioso. Esta anocheciendo y las luces se van encendiendo poco a poco. La calle es muy estrecha y hay bastante ambiente.
Entramos a curiosear en algunas de las tiendas, que aquí son más bonitas pero también más caras porque están destinadas a los turistas y son de mayor calidad. No nos resistimos a hacer alguna compra y disfrutamos mucho con el paseo.
El animado ambiente nocturno de Lotus Lane
Finalmente llegamos a una zona mucho más animada, con restaurantes y bares musicales con música en directo y letreros de neón de todos los colores.
Sin saberlo hemos ido a parar a una zona llamada Lotus Lane, justo al norte del parque Beihai. Al parecer aquí es donde sale de fiesta la gente joven de Pekín.
Cena en el mercado nocturno de Donghuamen
Realmente agotados, nos vamos al hotel a descansar un poco antes de salir a cenar. Tras media hora de reposo nos acercamos al mercado nocturno de Donghuamen. La comida no es tan buena ni tan barata como en el de Wangfujing, pero está más cerca del hotel y no queremos andar mucho.
Tras comer un bol de fideos y un panecillo relleno de carne damos por finalizado el día de hoy. Hay que reponer fuerzas porque mañana ¡nos vamos de excursión a la Gran Muralla!.
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[…] Continuamos con nuestro paseo matutino y como desayuno tardío nos compramos unas empanadillas rellenas de verduras y huevo que están deliciosas. Comprobamos que por aquí abundan los restaurantes donde se sirve el popular hot pot, del que ya os hablamos en este otro post. […]