Con energías renovadas tras una noche de sueño reparador, nos enfrentamos a un nuevo día en Pekín. Hoy tenemos pensado visitar el Parque Beihai y el Templo de los Lamas. Por suerte, el día ha amanecido soleado y despejado. La bruma de contaminación es mucho menor que ayer y la visibilidad ha mejorado mucho. Animados ante la perspectiva de disfrutar de unos rayos de sol, salimos del hotel dispuestos a pasar un gran día.
El Parque Beihai
Cogemos el metro hasta la entrada norte del Parque Beihai, frente a la parada de metro Beihai North (línea 6). El parque se encuentra justo al oeste de la Ciudad Prohibida y la entrada cuesta 15 yuanes por persona. Una vez dentro del recinto vamos dando un agradable paseo por el enorme parque. Abierto al público desde 1925, este antiguo jardín imperial data del siglo X. En su interior hay multitud de templos y palacios, y un gran lago ocupa más de la mitad del parque.
En verano es habitual que los habitantes de la ciudad alquilen barcas para navegar por el lago del parque Beihai. Ahora, sin embargo, está completamente helado y todas las barcas están bien amarradas.
El buen tiempo parece que ha animado a la gente a salir a pasear y está bastante concurrido.
La Isla de Jade
Lo primero que se observa al entrar en el parque es la Isla de Jade, en mitad del lago. Está coronada por la Pagoda Blanca, una bonita estupa budista. Nos dirigimos hacia allí sin prisas, disfrutando del entorno.
Nos centramos en la orilla oriental del lago, donde se encuentran los jardines Jingxinzhai. Sus distintos pabellones se enlazan a través del Corredor Banbi, un largo pasillo cubierto bellamente decorado.
Estos jardines incluyen también una serie de colinas artificiales de roca, por entre las que también serpentea este corredor.
A medida que nos acercamos a la Isla de Jade podemos admirar más de cerca el bonito Corredor Largo. Es una galería de dos niveles, cuya forma semicircular y su elaborada ornamentación la convierten en una pequeña maravilla.
La Pagoda Blanca
Una vez en la isla empezamos el ascenso hasta su punto más alto. Dejamos atrás bonitos arcos, salones y pabellones.
Finalmente llegamos a la Bai Ta, la Pagoda Blanca. Construida en 1651, un terremoto la destruyó en 1679 y hubo que reconstruirla por completo.
Junto a la Pagoda Blanca está el pabellón Shanyin. En sus paredes, la imagen de Buda aparece representada 445 veces en unos bonitos azulejos con relieve.
Desde la cima conseguimos tener por primera vez unas buenas vistas de la ciudad.
El Templo Yongan
Bajando de la estupa hacia el lado sur de la isla nos topamos con una gran sorpresa: el maravilloso templo budista de Yongan. Para llegar hasta él debemos bajar por unas empinadísimas escaleras.
Una vez en el templo, vamos pasando por sus distintos salones, con estatuas de diversas deidades budistas. En los altares hay ofrendas de comida e incienso que los fieles han depositado allí.
En el patio central del templo nos encontramos un pozo lleno de monedas. También hay dos ruedas de oración y unas piezas de madera roja en las que la gente ha escrito sus oraciones para hacerlas llegar a los dioses. Este es el primer templo budista que hemos visto en nuestra vida, y nos encanta.
Salimos de la Isla de Jade por el puente Yongan, que va a parar frente a la Ciudad Redonda. Aún quedan muchos más rincones del enorme parque por explorar, pero se nos ha hecho muy tarde.
Un bullicioso hutong
Abandonamos el parque por la salida este y nos encontramos de repente en mitad de una maraña de calles. Está todo lleno de pequeñas tiendas de alimentación.
Hay tanta gente comprando que apenas si se puede dar un paso. La mayoría de tiendas parecen vender frutos secos y legumbres.
También hay muchas pastelerías donde venden todo tipo de dulces. Entramos en una de ellas y compramos unos cuantos para más tarde a un precio irrisorio. En mitad de todo el ajetreo de gente tenemos que estar atentos también a las motos y los triciclos, que circulan por allí en medio haciendo sonar las bocinas mientras procuran no atropellar a nadie.
Aprovechamos también para probar el omnipresente yogur que ya hemos visto antes en multitud de tiendas. Se bebe con una pajita y viene en un tarro de cerámica tapado con un papel. Ahora ya sabemos por qué es tan popular: está riquísimo. Es denso y dulce, con el punto justo de acidez.
Volvemos al metro
Tras un largo rodeo que nos deja agotados, volvemos a la parada de metro de Beihai North. Por el camino descubrimos otro lago al norte del Parque Beihai. Se trata del lago Qianhai. En su orilla se ven unos bonitos edificios que tendremos ocasión de explorar más adelante.
Nos paramos un momento a contemplar a un señor mayor que está practicando caligrafía china con un pincel enorme mojado en agua. Escribe directamente en el suelo y cuando el agua se seca, las palabras que ha escrito simplemente se desvanecen.
Una vez en el metro nos dirigimos a nuestro siguiente destino: el Templo de los Lamas.
El Templo de los Lamas
El Templo de los Lamas (o Templo Yonghe) es el templo budista tibetano más grande y espectacular de la ciudad. Está situado junto a la parada de metro de Yonghegong Lama Temple (línea 2). Desde la estación del metro hasta la puerta del templo hay un breve paseo por un animada calle repleta de tiendas. En todas ellas se vende incienso y todo tipo de objetos religiosos budistas. Si sois aficionados a perfumar vuestra casa con incienso natural, aprovechad la ocasión y comprad un poco. Es muy barato y se vende en unos paquetes enormes.
Felices con nuestra compra, apretamos el paso porque se acerca la hora de cierre del Templo de los Lamas (cierra a las 4 de la tarde). Al llegar a la entrada nos topamos con dos empleados que nos indican que está prohibido entrar con nuestro propio incienso. Vemos que junto a ellos hay una mesa donde más gente ha tenido que dejar sus paquetes. Un poco a regañadientes acabamos depositándolo allí nosotros también. En ningún momento hemos pretendido usarlo en el templo, pero a ellos les da igual. Aquí va nuestro consejo: si lleváis incienso aseguraos de que esté bien guardado y no os lo vean.
Eso sí, los hombres nos aseguran que en la taquilla nos van a dar un poco al comprar la entrada. Y así es. Pagamos 25 yuanes por persona y nos dan una cajita con 25 varitas de incienso a cada uno. También nos dan un pequeño cd con fotos porque en teoría está prohibido hacer fotos en el interior del templo.
El aroma a incienso
Una vez dentro del recinto del Templo de los Lamas empezamos a explorar con mucha curiosidad. Lo primero que nos llama la atención es el intenso olor a incienso. En cada uno de los patios, frente a los distintos edificios que forman el complejo del templo, hay unos enormes quemadores.
Allí, de forma un tanto ritual, los fieles queman sus varitas de incienso para que sus plegarias se eleven hasta el cielo junto con el humo.
Nosotros hacemos lo propio con el que nos han dado. El olor a incienso es muy fuerte y se percibe en todo el recinto, y nubes de fragante humo se elevan desde esos recipientes, lo que aporta un aire de misticismo y espiritualidad al lugar.
En estos momentos hay bastantes visitantes en el templo. Además de turistas chinos, por primera vez vemos también a bastantes extranjeros, incluso españoles. A pesar de la cantidad de visitantes que paseamos por allí, el silencio se impone e invita a reflexionar.
La espiritualidad del Templo de los Lamas
Frente a cada altar abundan las ofrendas de alimentos y de incienso, y hay unos cojines acolchados para que los fieles se arrodillen a rezar. Es llamativo verlos rezando, ya que es una liturgia completamente distinta a otras que hayamos podido contemplar y está cargada de una gran solemnidad.
Está prohibido hacer fotos en el interior de los salones, así que las hacemos desde la puerta, pero con un cierto reparo porque tenemos la impresión de estar importunando a la gente.
A medida que vamos avanzando de salón en salón, la decoración interior es cada vez más profusa.
El tamaño de las figuras de Buda de cada salón también se va incrementando progresivamente.
El último Buda es una magnífica estatua de dieciocho metros de altura tallada en un único bloque de madera de sándalo. Es tan grande que al entrar al salón lo único que atisbamos a ver son sus enormes pies. Solo al acercarnos y mirar hacia arriba conseguimos verla en su totalidad.
¿Dónde está nuestro incienso?
Después de este magnífico broche final a nuestra visita, vamos hacia la salida del Templo de los Lamas. Ya es tarde y están a punto de cerrar. Pero cuando vamos a recoger nuestro incienso, vemos que han vaciado la mesa donde lo habíamos dejado. No hay ni rastro de él ni de los hombres que nos lo han requisado al entrar. Hay una bolsa de basura junto a la mesa y comprobamos que han metido dentro el incienso de todo el mundo. Recuperamos el nuestro ya que es fácil de identificar porque va dentro de una bolsita de color rojo. Pero nos indigna bastante el trato que le han dado y lo fácil que sería llevarnos el de los demás si quisiéramos.
Estamos agotados y necesitamos reponer fuerzas después de tanto andar. Nos metemos en una pequeña cafetería de estilo occidental situada en la misma calle que lleva al metro. Ahora las tiendas ya están todas cerradas y el frío empieza a ser intenso, por lo que estamos más que contentos de que nos cobren una pequeña fortuna (58 yuanes) por un café latte y un té con leche.
El Parque Olímpico
Ya ha anochecido del todo y la mayoría de monumentos ya están cerrados a estas horas. Optamos por un pequeño cambio de planes con respecto al itinerario previsto y vamos a ver una de los lugares que a César le hace más ilusión: el Parque Olímpico. A mí no me llama mucho la atención, pero él es un gran aficionado al deporte en general.
Al ejercer de sede de los Juegos Olímpicos en 2008, Pekín construyó las infraestructuras necesarias para cobijar las distintas competiciones. Todas esas instalaciones están al norte de la ciudad y es muy fácil llegar en metro. Nos bajamos en la estación de Olympic Sports Center (línea 8) y enseguida nos sorprenden las vistas. Si se visita esta zona, es mejor hacerlo por la noche. Los edificios están iluminados y son realmente espectaculares.
El estadio olímpico, conocido popularmente como El Nido, es impresionante. Al estar iluminado se aprecian con claridad todos los detalles. Frente al estadio se encuentra El Cubo, el edificio que alberga la piscina olímpica. Tiene un diseño de lo más curioso. Sus paredes están recubiertas de una especie de burbujas de distintos tamaños que se iluminan en tonos amarillos y azules.
Si se tiene tiempo de sobra, esta zona bien merece una visita nocturna. A lo lejos contemplamos más edificios de formas curiosas y llamativos colores. Sin embargo nos conformamos con verlos desde la distancia.
Una cena en el hutong
Estamos muy cansados y muertos de hambre. Lo único que queremos ahora mismo es sentarnos un rato y comer algo. Volvemos a la zona del hotel sin tener muy claro donde vamos a cenar. Al bajarnos en la parada de metro de Dongsi (línea 6) decidimos explorar un poco por allí. En la calle principal no hay ningún restaurante a la vista, así que nos metemos por los callejones traseros.
Y en esos callejones descubrimos un mundo completamente distinto. En el corazón del hutong hay montones de pequeños restaurantes y tiendas. Todos los locales tienen llamativos y coloridos letreros de neón y no vemos a un solo occidental por allí. Al final de la callejuela se acaban los neones y todo es oscuridad.
Una comida deliciosa
Volvemos sobre nuestros pasos y entramos en uno de los restaurantes que hemos visto. Es muy pequeño, apenas unas cuantas mesas. Hay varias personas comiendo, lo que nos da una cierta confianza. Pero tenemos la impresión de que no están demasiado acostumbrados a que un occidental coma por allí.
Las paredes del local están cubiertas con fotos numeradas de todos los ingredientes que se pueden elegir. Una vez nos traen una carta plastificada, tan solo tenemos que marcar los ingredientes que queremos con un rotulador. Parece ser que solo sirven sopa de fideos, pero personalizada al gusto de cada cual. Nosotros elegimos un caldo no picante con fideos de almidón de maíz, flor de loto, bacon de Sichuan, champiñones, bastoncillos de patata, tofu, col china y pasta de sésamo. Está delicioso, especialmente la pasta de sésamo y el bacon, y disfrutamos mucho cenando allí.
El local es feísimo y no parece demasiado limpio, pero la comida está muy sabrosa y muy bien de precio. Por 25 yuanes (poco más de 3 euros) hemos cenado de maravilla. Y además hemos descubierto ese Pekín real, alejado del turismo, en el que la gente local hace su vida diaria.
Saciados y satisfechos, nos vamos a hotel y damos por finalizado el día de hoy.
[…] Día 3: Parque Beihai, Templo de los Lamas, Parque Olímpico. […]